Bendecida.

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Sin duda el coronel te mantenía cerca por razones bastante cuestionables pero que no te preguntarías ni tendrías dudas del porqué lo estaba haciendo. Solo sabías que te conservaba porque de alguna forma te veía de una forma bastante pura y que eras algo que estaba más allá del alcance de cualquier persona, sabías que solo hacía esto para corromperte más de lo que ya estabas y que disfrutaría torturarte con cada acción o palabra que saliese de él. Lo sabías por cómo te tenía ahora mismo, después de lo sucedido en ese lugar los encuentros se habían hecho más frecuentes hasta el punto en que ni siquiera le importaba descansar un poco antes de la misión si eso significaba tenerte a su merced. Como ahora.

Tus manos intentaban apartar las suyas de tu cuerpo, suplicándole que se detuviera pero hacía caso omiso al sacar e ingresar de vuelta ese objeto que era de suma importancia para ti, en un tema de religión sentías que estabas traicionando a tu señor y que antes nunca hubieses sido capaz de mantener estos actos pecaminosos con este hombre que abusaba de tu hinchado coño con la cruz que tenías colgada en tu habitación. Era el acto más vergonzoso y asqueroso que te habían obligado a hacer alguna vez dentro de todos tus años de servicio para estos hombres.

"Y tú aquí haciéndome pensar que eras una puritana. No eres más que una sucia zorra necesitada en busca de atención para llenar ese puto agujero en su corazón y mente."

Sentirse humillada era de lo peor pero lo debías soportar si no querías hacer enfadar aún más a este hombre que ya te tenía sin otro camino debajo de él. Más que nadie, tú eras la que estaba más molesta por la posición tan incomoda y indeseada en la que te encontrabas. De nuevo tus manos buscaron detener las suyas y empujarlas, quejándote al sentir como quitaba de un sopetón el objeto de tu agujero que se contrajo alrededor de la nada. Tu corazón iba a mil por hora, estabas enfadada, caliente y avergonzadas por estar tan excitada por esta escena, sin embargo todavía no te habías corrido, no haría que te corrieras alrededor de esa cruz de madera que golpeó hasta lo más profundo de tu bonito coño. Con tu boca abierta a punto de reclamar él mismo llevó uno de sus dedos hacia donde tenía escondida su boca detrás de la máscara para hacerte un ademán de que estuvieses en silencio sin pronunciar una sola palabra, no tenías ánimos ni ganas de discutir con alguien así que solo hiciste caso y cerraste la boca para recaer en el silencio mortal en el que te mantuviste hasta sentir su boca sobre tu coño, aún traía su máscara puesta y lo hacía verse aún más caliente de esa forma.

Los dedos de tus pies se enroscaron, tu espalda se arqueo y cerraste los ojos con fuerza para evitar sobresaltarte tanto cuando intentabas recuperar tu aire entre fuertes bocanadas que no parecían querer acabar nunca por la sensación de su boca sobre esa parte que te hacía sentir tan sensible y delirar del placer inmenso que podía provocarte con solo tocar un poco. El hecho de que tú misma nunca habías explorado ni tocado tu cuerpo era raro e increíble a la vez porque podías ser mucho más accesible y totalmente manipulable para su antojo.

"No sabía que las chicas religiosas podían ser tan sucias.."

Escuchaste que habló entre sonidos húmedos y de succión, lágrimas recorrían tus mejillas hasta humedecer la superficie debajo de ti por las palabras que salían de su boca. La desesperación que sentías era tanta que no podías respirar correctamente además que dejabas salir fuertes y sonoros lloriqueos, tenías ese sentimiento por todo el cuerpo, el querer liberarte por fin, solo pensabas en lo mucho que querías correrte una y otra vez contra la boca del hombre o alrededor de su polla mientras te llenaba; Nunca habías pensado así, sobre nadie, ningún hombre te había obligado a tener pensamientos pecaminosos, era una sensación extraña el tener ese pensamiento porque era prohibido, se supone que no debías pero lo hacías. Cubriste tu rostro con ambas manos, respirando de forma agitada en busca de encontrar tu propia respiración en el aire cuando insertó dos dedos de una sola embestida que te hizo temblar entera y a él erguirse para mirarte al rostro. De inmediato quitaste tus manos que instintivamente tomaron su rostro por encima de su capucha. Una risa vibró en su pecho, se cohibió en su lugar al ver la expresión tan necesitada en tu rostro. Te veías bonita, de alguna forma que le llegaba a disgustar, a asquear y hacer sentir molesto. Vaya bipolaridad.

No había pasado por alto el cambio en su semblante, tus manos dejaron ir su rostro y una de las suyas se colocó sobre tu garganta para rodearla con fuerza, privándote del aire por completo. Claro que tus propias manos rodearían su muñeca e intentar apartarla mientras la otra estaba ocupada metiendo sus dedos en tu coño, sintió cómo te apretabas alrededor de sus dedos ante la prueba de agresividad por su parte, haciéndolo reír una vez más bajito. Lo hizo hasta que se cansó, estaba duro y necesitaba vaciar sus bolas en ti. Ambas manos agarraron tus caderas para darte la vuelta sobre la cama, finalmente una se puso sobre tu cabeza y obligarte a hundir tu rostro sobre el colchón para no distraerse con tus gemidos y lloriqueos de placer. Eran molestos.

"Coronel..¿Qué hace-..Por qué?.."

Los nervios florecieron en tu estómago cuando fuiste sometida de esta forma para que estuvieses en silencio porque cuando habías hablado más te obligó a enterrar tu rostro en las sábanas del colchón. Pudiste escuchar a la claridad como bajaba sus pantalones, restándole importancia a todo al alinear su polla contra el agujero de tu coño y meterse de un solo movimiento. Chillaste al dolor pero no te oyó por estar hundiendo tu rostro, prácticamente amordazándote mientras comenzaba a moverse con rudeza en busca de su propia liberación.

"Así me gusta..Que estés callada, sin decir una puta palabra."

needless and pins | König.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora