¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Nagi, tu amigo de la infancia, te estaba mirando directamente a los ojos. Su mirada inexpresiva atravesó profundamente donde más dolía.
—No necesito eso… —dijo después de que le mostraste el regalo de Navidad que tenías para él. —Deja de esforzarte demasiado.
Abrazaste la caja con fuerza en tus brazos, manteniendo a raya tus lágrimas.
—Lo-lo siento. Debería irme...—dijiste completamente dolida por el rechazo del chico que amabas desde pequeña.
—D-dejaré esto aquí.
Te apresuraste a salir de su apartamento sin esperar que te rompieran el corazón durante la temporada navideña. Siempre habías suspirado por él desde que estabas en el preescolar.
Pasó de ser un querido amigo a alguien con quien sabías que querías pasar tu vida. Se suponía que debías confesarte con él hoy después de muchos años de reprimir tus sentimientos, pero su respuesta llegó justo antes de que pudieras pronunciar las palabras...
"Deja de esforzarte demasiado."
Tus labios temblaron. ¿Fue así como él te vio todo el tiempo? Alguien... simplemente alguien que se está esforzando demasiado por estar con él.
Bajaste el pomo para abrir la puerta, pero se cerró justo delante de ti en un instante.
—No quise decir eso de esa manera.
Al mirar hacia arriba, viste la mano de Nagi apoyada en la superficie de la puerta, manteniéndola cerca mientras se alzaba detrás de ti.
—No tienes que lamentarte —comentó, su aliento abanicando contra tu oreja. —Yo soy el que debería arrepentirse.
Tus ojos se abrieron como platos. Te volteaste y lo enfrentaste. —¿Q-qué estás?... —Lo miraste a los ojos con pura confusión y él se acercó a ti, presionándose contra tu cuerpo.
Tu corazón latía con fuerza en tu pecho mientras tus sentidos se llenaban con su persistente aroma, estaba cerca, demasiado cerca. —Sei...
Y tomó tus palabras con sus labios contra los tuyos. No sabías lo que estaba pasando ni por qué estaba pasando esto, eras débil en sus brazos.
Tu mente estaba perdida con cómo te besó tan sensualmente. Su lengua estaba masajeando la tuya de una manera amorosa que te hizo sentir más caliente entre tus rodillas. Sus fuertes brazos rodeaban tu cuerpo, acunándote firmemente en su abrazo. Sus labios viajaron hasta la curva de tu cuello, probándote y respirando.