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Al principio, estaba aterrado. Pensar que en unos meses debía estar peleando por mi vida en un torneo resultaba bastante irreal, pero seguía causándome ganas de vomitar.

Mis padres se veían cada vez mas preocupados, incluso mamá dejo de comer por unos días, papá se veía más pálido de lo normal... Mi abuela dió inicio al otoño más frío de la historia por su preocupación; todos íbamos de mal en peor, pero en determinado momento yo deje de sentir miedo, y simplemente se me anularon todos los sentimientos. Para mi cumpleaños, estaba prácticamente en modo automático mientras todos a mi alrededor discutían que debían hacer conmigo.

Eso hasta que llegó la visita.

El día de mi cumpleaños, prácticamente me la había estado pasando en el sillón con un libro y una taza de té mientras todos se preocupaban por lo que me iba a pasar. Sin embargo, al momento en que tocaron la puerta, realmente nadie se dió cuenta más que yo, así que personalmente fui a abrir. Entreabrí la boca al abrir y con confusión miré a los lados al notar casi una turba de personas, pero no lucían muy bien que digamos...

—¿Persedes hijo de Hades? —volví la mirada al hombre que estaba frente a mi y con lentitud asentí la cabeza.

Una sonrisa se formó en los labios del hombre, los dos detrás suya solo se limitaron a verme de manera inexpresiva y casi vacía.

—¿Quién pregunta? —indagué confuso y temeroso ante las miradas de esos dos hombres que parecían gemelos.

—Oh, disculpa mis modales...—balbuceo el hombre frente a todos, con un cabello rubio que lucía casi dorado, y unos ojos de un rosa tan intenso que me mareaba. —Soy Eros, hijo de Ares.

Todo cobró sentido en su momento, pero claro que debía ser Eros; era tan apuesto que llegaba a lastimar la vista.

—Estos son mis hermanos Fobos y Deimos. —siguió hablando él para presentar a los hombres detrás suya. —No me preguntes cual es cual, eso solo puede saberlo mi hermana Harmonia.

Los hijos de Ares y Afrodita eran fácilmente reconocibles por sus cabellos casi dorados y sus ojos de un intenso rosa o rojo carmín dependiendo de sus especialidades. Eros tenía los ojos rosas al tener habilidades parecidas a las de su madre, pero Fobos y Deimos los tenían de un rojo casi negro al ser dioses del terror y el horror.

—Vendríamos siendo tus primos sobrinos, pero no le prestes demasiada atención a eso, la verdad en esta familia es difícil conocer a alguien que no tenga dos títulos como pariente. —balbuceo Eros, dejándome algo confuso. —En fin, ¿podemos pasar?

Observe a toda la turba detrás de él y dude si realmente cabrían en la casa, Eros notó eso y volteó hacia atrás.

—Solo mis hermanos y yo, los muertos se quedan afuera. —cuando dijo eso, me resulto más fácil identificar que la turba de hombres detrás de Deimos y Fobos eran muertos vivientes; algunos lucían vestimentas troyanas y espartanas, otros con vestimentas nazis y uno que otro de soldado en la actualidad.

—Adelante...—murmure abriéndole paso a los tres hermanos.

Eros se abrió paso de una manera calmada, pero cuando Deimos y Fobos entraron me dejaron un escalofrió que me recorrió de pies a cabeza, tan solo de verlos me daba terror.

—Que lindo lugar, se nota que Deméter lo decoró. —balbuceo Eros sin borrar la sonrisa. —Hades tiene un gusto terrible.

—¿Yo?

Todos volteamos a la entrada de la sala, para ver a mi padre firme en ella con los brazos cruzados.

—Tío Hades, tan reluciente como siempre. —mi papá dió una risa leve al ver la ironía en ello.

Persedes y el torneo de diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora