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Ya faltaba menos de una semana para la competencia, y yo había empleado casi todo el tiempo con Quirón en meditar en una cueva con una ninfa oscura.

Cuando me preparaba al día siguiente para entrenar claro que estaba consternado y me era muy difícil enfocarme en algo en específico por demasiado tiempo; incluso cuando desayuné estuve a punto de comerme una roca de no ser porque Nikoles me metió un manotazo antes de que lo hiciera.

“Te ves diferente”.

Había estado escuchando eso toda la mañana, Quirón me lo decía, Nikoles e incluso Atelea. No tenía ni idea de que tenía de diferente, honestamente yo me sentía igual de tonto y aún estaba debilucho; que bueno, ahora podia mover sombras pero era algo más psicológico que notable a nivel físico.

Mientras caminábamos hacia una pista de carreras que Quirón había hecho con alguno de sus antiguos muchachos, me enteré de lo que habían hecho Atelea y Nikoles las últimas semanas; ambos habían practicado sus habilidades de batalla y también habían aprendido mucho más de medicina y sobrevivencia en el bosque. Por lo tanto yo no sabía nada, pero Ade se molestó en explicarme unas cuantas cosas.

Cuando llegamos a la pista de carreras —la cual se veía como cualquier otro circuito olímpico de ese tipo—, Quirón nos ubicó a cada uno en respectivos puntos de arranque para poder dar vueltas a lo que parecían ser tal vez dos kilómetros de trayecto, era realmente extensa.

—¿Les gusta? Esta la he hecho con Jasón, un energético muchacho.—dijo orgulloso Quirón con una mano en una de las cuentas salientes de su bolsillo.—En fin, en los juegos, su vida depende mucho de correr tan rápido como puedan; si corren más rápido que un Minotauro ya están del otro lado.

Me puse de cuclillas y observé la pista fijamente, hice una mueca rápida intentando disuadirme a mi mismo de aceptar el terrible destino que le esperaba a mis piernas.

—Pero, aclaro.—alcé la vista a Quirón al igual que los demás.—No hay reglas para correr.

Fruncí mis cejas al oír eso “no hay reglas”, eso no sonaba ni lógico ni loco. Técnicamente si debías usar las piernas pero si terminabas decidiendo rodar para ir más rápido no era en contra de las reglas, eso era cierto.

—A la cuenta de tres.

Nos preparamos para salir, pusimos una pierna frente a otra para tener un mejor arranque a la salida; cuando oímos a Quirón gritar “Fuera” todos salimos disparados como bala. Corrí lo más rápido que pude, pero aún así las espadas de Nikoles y Atelea las tenía muy a la vista, me empecé a maldecir a mi mismo cuando me empezaron a doler las pantorrillas por correr y ya sentía que no podía detenerme o me iba a ir de cara.

“No hay reglas, no hay reglas, no hay reglas…”

¡Pero claro! ¡No hay reglas!

Un momento de iluminación se me vino al cerebro, extendí mis manos al frente y de la sombra que se formaba de mi silueta surgió más humo negro que se elevó por mis pies y me detuvo de correr pero no dejé de moverme; me tardé en acomodar porque era como surfear agua negra, tenía que mantenerme encima de las sombras sin irme para el frente o hacia atrás. Y cuando lo logré alcé los brazos victorioso mientras seguía avanzando y finalmente dejaba atrás a los mellizos.

Llegué a la meta antes que ellos sin hacer esfuerzo y Quirón me felicitó por saber controlar mis habilidades. Pensé que Nikoles estaría enojado por ganarle, pero en vez de ello entre él y Atelea me pidieron que les enseñará a subirse en las sombras; los llevé unas cuantas veces intentando que no se cayeran pero hubo unos cuantos incidentes, aún así fue divertido.

Persedes y el torneo de diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora