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Quedé preocupado después de la primera prueba, por lo que supe todos terminaron sus espadas, pero únicamente Nikoles y Atelea fueron los que batallaron de más al tener materiales del muy baja calidad.

Hefesto era cruel con ellos.

Lo único que me dio consuelo al final de todo esto, es que podría ver a mis padres ahora. Se supone que después de la primer prueba se nos permite verlos, y honestamente había esperado este momento por demasiado tiempo.

Estaba sentado en mi cuarto de espera, dando de a golpes en el piso con mi pie sobre la alfombra roja, paseaba mi vista de ves en cuando entre las plantas que me habían traído e igualmente por los candelabros. Mi nerviosismo terminó cuando oí el destrabar de la puerta, yo me puse de pie formando una sonrisa de inmediata.

—¡Mamá, pa…!—no pude terminar la frase antes de ver en la entrada a Hermes, él se me quedó viendo con deficiencia y bajo la mirada después de soltar la perilla de la puerta.—¿Y mis padres?

Hermes se mantuvo callado por unos segundos antes de quitarse el sombrero y dejar sus cabellos cafés caer sobre su frente.

—Lo siento hijo, papá no permitió que viéramos a nuestros hijos.—me explicó él.—Solo nos permitieron estar orientando a otra casa que no fuera la nuestra.

Mi sonrisa se borró, de mala gana me deje caer en el sillón nuevamente y baje la cabeza con tristeza, tenía mucha ilusión de ver a mi familia. Pero si era así… no los iba a volver a ver.

—Sé como te sientes Persedes… puedo imaginar que es algo decepcionante para ti.—oí decir a Hermes más cerca, después se hundió el sillón dándome señal a qué se habia sentado a mi lado.—Puedo imaginar lo decepcionados que están mis hijos ahora, igual a ti.

Puso su mano en mi espalda e hizo círculos en ella como una forma de tranquilizarme.

—Lo lamento.

Mi labio empezó a temblar, mi nariz empezó a arder al igual que mis ojos, y cuando menos me di cuenta estaba llorando con la cara en mis manos. Estaba tan estresado, y tan perdido sin mi familia, y saber que no los iba a volver a ver me estaba rompiendo en pedazos, de verdad los amo demasiado como para esto.

¿Por qué a mi?

—Vamos hijo, tenemos que ir a ver al Oráculo… tal vez te diga algo que te calme.—confundido y con los ojos hinchados por llorar lo volteé a ver.

—¿Oráculo?

—No se les permitió ver a sus padres, pero si ver al Oráculo.—habló Hermes para ponerse de pie y darme la mano.—Esperamos que les sea de ayuda.

Me quedé en silencio, después me resigné a la idea, para este punto ya no tenía la opción de negarme a lo que fuera que me dijeran. Tomé la mano de Hermes para levantarme, después él paso su brazo por mis hombros para guiarme fuera de la habitación.

Daba de a pasos que resonaban por el pasillo a la son de los de Hermes, ni siquiera me moleste en alzar la cabeza y ver hacia donde iba, no me interesaba ni en lo más mínimo si querían llevarme inclusive a un acantilado.

Todo mi alrededor estaba muy frío, tenía los vellos de los brazos completamos enchinados y también la nariz roja casi dormida. Hermes notó que estaba helado, en un segundo saco una chaqueta de la nada y me la puso sobre los hombros, y me explico que El Oráculo adoraba el frío, se supone que decía que te mantenía alerta.

¿Alerta para qué?

—Bien, ahora intenta estar tranquilo. El Oráculo es muy perspicaz.—me pidió Hermes a la vez que me ponía frente a él con ambas de sus manos en mis hombros, luego hizo una pequeña mueca y acercó una mano a mi pelo para peinarme.—Parece una enredadera.

Persedes y el torneo de diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora