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La mayoría de personas en mi equipo habían quedado rayados como queso, una cortada por aquí y una por allá. Habíamos terminado lesionados de maneras que jamás podríamos imaginar, incluso Héctor terminó con una cicatriz en la cara, que eso no lo hacía menos atractivo, la verdad no me quejaba.

Pero el punto, es que aunque estábamos casi sin un pie, nadie hizo nada con tal de sancionar al equipo de Pierre; ellos estaban como si nada viéndonos feo por haber convertido a Pierre en oveja y nosotros nos quejabamos mientras los hijos de Apolo se encargaban de remendar tanto nuestras heridas como las de ellos.

Yo tenía un hoyo en el abdomen, por suerte no me había tocado algo demasiado vital y tenía solución; como fui el más lastimado terminé con Marina y dos de sus hermanos curando mis heridas mientras gritaba lo menos masculino posible, por un lado tenía a Atelea sosteniéndome la cabeza viéndome con algo de preocupación, y a los otros dos costados a Héctor y Nikoles haciendo muecas por mis gritos de princesa.

Nikoles en algún momento me tapó la boca con su mano y con otra me tapó los ojos, no se a que quiera llegar con quitarme la vista pero cuando deje de ver ya no estuve tan nervioso porque no veía lo que hacían.

Pero lo que más me molestaba de esto era…

¿¡Nadie iba a venir a ayudarnos o algo?! ¡Solo gritaban en las gradas como idiotas!

No habíamos oído a Hermes de nuevo o a algún otro dios, Héctor aún tenía el caduceo de su padre y lo estaba cuidando con ayuda de todos como si fuera una reliquia. No estábamos completamente seguros de que se hubiera terminado la prueba, tal vez ahora nos pondrían a pelear por esa cosa y quién sobreviviera se lo quedaba.

Son capaces.

—¡Puta madre váyanse al carajo y lleven su maldito alcohol con ustedes!

Yo mismo me sorprendí cuando le grité eso a Marina y sus hermanos, ellos se me quedaron viendo con sorpresa al igual que la mayoría a nuestro alrededor, di un quejido en alto y pataleé aún sintiendo un intenso ardor.

—¡Que se jodan los dioses de una vez!—reclamé y agarré del cabello a Nikoles con fuerza, él se quejó y me agarró de regreso a mi del pelo.

Ambos gritamos.

—¡Los ganadores de la segunda prueba, son el “Equipo 1”! ¡Héctor hijo de Hermes ha recuperado el caduceo y él recibirá el premio principal!

Oímos eso por las altavoces, aunque no muy bien gracias a los gritos que pegabamos Nikoles y yo.

—¡Su equipo y él recibirán una recompensa!

—¡Traigan al maldito Apolo!—reclamé.—¡Hay gente sangrando aquí!

Esta vez Héctor me cubrió la boca y sonrió incómodo hacia un pájaro que pasó volando por sobre nuestras cabezas, yo observé esa cosa fijamente y noté que estaba brillando como si fuera de oro y tenía un pico tan filoso como una aguja, y para peor parecía que tenía una cámara.

—No digas nada o nos van a linchar, están grabando.—me murmuró Atelea al oído.

Fruncí las cejas, y después de pensarlo un poco pude reconocer ese tipo de ave, era un pájaro de Estínfalo.

Cuando el pájaro se largó, me soltaron la boca y me deje caer en el regazo de Atelea con mala cara mientras me vendaban el abdomen.

—Perdón, perdón.—me disculpe a Marina y sus hermanos.—Nunca me habían lastimado así, no sabía cómo reaccionar, perdonen.

Marina me sonrió al igual que sus hermanos, ella me palmeó los cabellos.

—No te preocupes Persedes, no fuiste el primero ni el último, atender a gente lesionada suele venir con insultos. Entendemos.

Persedes y el torneo de diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora