𝐀𝐜𝐭𝐨 𝐕𝐈𝐈

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Estaría contigo cuando el día esté amaneciendo,
cuando la luna haya iluminado el mar solitario,
cuando una nota despreocupada despierte en las multitudes.
Háblale a tu corazón en mi memoria.
En la alegría o en el dolor, por mar y tierra,
estaría contigo para siempre.

El amanecer descubrió a la pareja dormida sobre aquella improvisada cama, tapados con la capa de Antípatro, dormidos abrazos mientras Leah dejaba reposar su cabeza sobre el pecho desnudo de Antípatro escuchando los latidos de su corazón, el tacto de sus pieles desnudas una contra la otra, húmeda del sudor de la noche y del rocío de la mañana perlaba las pieles de ambos. Él fue quien despertó primero acostumbrado a una vida de duros entrenamientos militares como soldado era ya instintivo despertarse a horas tempranas, cuando sus ojos se abrieron lo primero que vio fue el  cielo empezando a teñirse de tonos suaves y cálidos. Los primeros rayos del sol pintaban pinceladas de naranja, rosa y violeta en el horizonte. Las nubes adquirían una delicada luminosidad, creando un espectáculo celestial que anuncia el inicio de un nuevo día lleno de posibilidades. Miró a la mujer que reposaba con la cabeza en su pecho y una leve sonrisa se dibujó sobre sus labios, llevando su mano al rostro de Leah acariciando con delicadeza su mejilla.

—Leah, tenemos que volver— la meció suavemente buscando despertarla obteniendo un leve “Mmmm” como toda respuesta —Venga tenemos que irnos de aquí.

—No quiero....estoy a gusto así....— musitó Leah aún medio dormida, abriendo los ojos perezosamente apoyando la barbilla en el pecho de Antípatro —Hola.

—Hola— se inclinó un poco pegando su frente contra la de Leah mientras sus dedos acariciaban delicadamente la espalda desnuda de Leah sintiendo aquellas cicatrices que la marcarían de por vida y que aún debían de dolerle a Leah por el leve siseó que escuchó de sus labios —Como nos vea algún pastor con el rebaño o algo....

—Oh ¿el príncipe no quiere que lo vean desnudo?— bromeó la joven haciendo reir a Antípatro, era la primera vez que le oía reír —Mira sabes reírte.

—Venga, perezosa, tenemos que volver, sobretodo tenemos que darnos un baño— cuando apartó la capa de ellos para levantarse y que empezasen a vestirse pudo ver por unos segundos las leves líneas de sangre seca que confirmaba que había tomado la castidad de Leah, había dejado su simiente en el interior de la muchacha y por unos segundos pensó que quizás habría germinado en su interior.

—Estas serio.

—Estaba pensando...Leah no quiero que pienses o que sientas que esto ha sido solo sexo...me haré responsable...— sin embargo la mirada de Leah se iluminó como la fogata que había sido testigo de su amor.

—No tienes ninguna responsabilidad conmigo. Si me acosté contigo fue porque quise no porque te tengas que hacer responsable de mi— el príncipe se llevó dos dedos al puente de la nariz presionando está bufando.

—Deja de buscar provocación para una pelea, queria decirte que eres especial para mí, no quiero a otra— alargó su mano acariciando el rostro de Leah quien a su vez ladeó la cabeza contra su mano cerrando los ojos disfrutando de aquella caricia en su mejilla.

—Eres de lo que no hay—  sonrió.

Tras vestirse amparados aún en lo temprano que era no se cruzaron con muchas personas de camino al palacio, de todas maneras iban con las capuchas por lo que la discreción estaba funcionando para volver sin problemas. Llegaron al palacio por el mismo pasadizo por donde salieron, discreto y aunque se cruzaron con algún sirviente de camino a la alcoba no sería raro que el príncipe hubiese pasado la noche con su concubina.

𝑰𝒏 𝒎𝒚 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅      ᶜᵃᵐᶤᶰᵒ ᵃ ᴮᵉˡᵉ́ᶰ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora