𝐀𝐜𝐭𝐨 𝐈𝐗

239 28 12
                                    

Si así no fue, ¿qué le sucedió
a mi corazón cuando te vi?
A la alcoba traje un corazón,
pero de ella emergí vacío, desolado.
Si contigo hubiera ido, sé
que a tu corazón el mío le habría enseñado
la compasión.
Pero, ¡ay!, Amor, de una herida lacerante la felicidad
se ha quebrado

ADVERTENCIA SE TOCAN TEMAS SENSIBLES

Sus pies dolían cuando llegó a la apartada casa que compartía con su madre y su hermano, pero más dolía el pecho atenazado por las palabras de Antípatro ¿cómo creyó reconocer amor en esos ojos cuando ni ella misma conocía que era el amor? Siempre su madre la había protegido de ese sentimiento diciendo que era algo que no era necesario sino una vil mentira.

Cuando llegó a la puerta, Ilai, su hermano mayor, estaba saliendo del corral de las ovejas con toda la pinta de que había vuelto del campo con ellas.

—Ilai— llamó Leah a lo que su hermano se giró para mirarla, Ilai con la excusa de la viudez de su madre había evitado el casarse como muchos otros jóvenes, suerte que quizás Leah no correría y siendo realista, tal y como había dicho Antípatro, Leah se tendría que casar con alguien que no amase o por el contrario quedaría mal ante los ojos sociales.

—Volviste— dijo sin más Ilai, ni un abrazo, ni un gesto de preocupación.

Sarah, la matriarca de aquella pequeña familia estaba en el interior de la casa, al fondo, donde un altar consagrado a Lilith presidía el lugar, la mujer recitaba una letanía dándole la espalda a la pared mientras prendía un incienso cuyo agradable olor y humo empezó a llenar la casa.

—Madre Oscura, a ti quien debemos total lealtad, por ti quien renunciamos a Yaveh...acude a mi— susurraba la mujer hasta que el chirrido de la puerta interrumpió su oración. —Ilai, espero que hayas traído la ofrenda para la Madre.

—Ahora la traigo, pero mira quien volvió — Ilai le dio una palmeada en el hombro a su hermana inclinándose sobre ella para susurrar en su oído —Esta bastante molesta contigo, Leah — una advertencia que la joven recibió con un asentimiento de cabeza.
Durante unos largos instantes ninguna de las dos mujeres se movió, ninguna dijo palabra alguna hasta que Leah respiró hondo y dio el primer paso a hablar.

—Madre— veloz como el pensamiento, Sarah se había abalanzado sobre Leah y una lluvia de bofetadas caía sobre la joven.

—Maldita sea niña, ¿dónde estuviste? Ya nos contaron el numerito que hiciste para enfrentarte a los guardias.

—Lo hice para ayudar...

—¡Idiota!— un nuevo golpe hizo caer a Leah sobre el duro sueño —Sabes lo que arriesgo cada día. Sabes lo que cuesta tener nuestro secreto para que no nos ejecuten por herejes, pero tú tuviste que llamar la atención de las autoridades y vuelves a los días...¿Y esas ropas? Son de cortesana ¡Ilai! — llamó la mujer en un rugido a su hijo quien no tardó en volver a dentro ante la orden de su madre —Sujetala, hay que descubrir si Leah ha sido desflorada.

De nada valió forcejear y gritar. De nada sirvió luchar. Los fuertes brazos de su hermano la inmovilizaron contra el suelo mientras su propia madre abría sus piernas y con sus dedos comprobó entre gritos de dolor de Leah que la muchacha ya había sido desflorada. La lluvia de golpes a Leah y de insultos fue tal que ella perdió el conocimiento y cuando lo recuperó estaba acostada en su cama, arropada mientras su madre ahora en actitud amorosa se sentaba a su lado con un plato humeante de comida.

𝑰𝒏 𝒎𝒚 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅      ᶜᵃᵐᶤᶰᵒ ᵃ ᴮᵉˡᵉ́ᶰ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora