Capítulo 2

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ℭ𝔞𝔭𝔦́𝔱𝔲𝔩𝔬 𝟸

¿𝔖𝔦𝔵?

     Trataba de agarrarse por donde podía, pero no, cada vez el agujero por donde había caído, se volvía más pequeño. Ella gritaba del pánico que le generaba la caída. Poco a poco, la luz de las lámparas flotantes iluminó el lugar, dejando ver pinturas que levitaban, pero su sorpresa fue aún más cuando vio un piano de cola larga tocar por sí mismo, acercándose a ella bruscamente.

     Se estrelló fuertemente en una cama que la hizo dar muchas vueltas en el aire, cayendo y estampándose contra el suelo.

     Tocó su cabeza, le dolía mucho, se había dado un golpe que seguramente le dejaría un huevo que duraría semanas. Levantó la mirada y observó su entorno. El piso seguía un patrón de blanco y negro, las paredes eran color azul pastel, colgado en ellas pinturas sin sentido, como una cabra encima de un lobo, aullando al sol.

     No había otro camino más que el que estaba delante de ella, una puerta. Ruth se acercó para abrirla, pero para su sorpresa, dentro de la puerta había otra puerta, y otra, y otra, y a medida que abría las puertas, estas se hacían más pequeñas, pero tan pequeñas que tuvo que gatear para pasar al otro lado. Lo primero que vieron sus ojos, fueron las numerosas puertas a su alrededor, cada una de diferente tamaño y color. Se levantó y trató de abrir todas las puertas, pero estaban todas cerradas.

     —Necesitas la llave.—una voz masculina la hizo brincar del susto.—¡Ja! No quise asustarte.

     Buscando con la mirada, se percató de que era el perillo de la puerta más pequeña que le hablaba. Ruth no supo como reaccionar, era un objeto hablando como si fuera un humano. No iba a gritar, su garganta ya se había cansado de hacerlo, respiró y mantuvo la compostura.

     —¿Has visto una chica con orejas de conejo?

     —¿Hablas de Regina?

     Aparentemente, la chica había pasado por la puerta parlante. Sin embargo, para Ruth era obvio que no podía pasar por la puerta, era increíblemente pequeña. La perilla le dio la solución.

     Desde el fondo de la habitación, llegó una mesa flotando, y sobre ella, un frasco.

     Bébeme.

     No lo pensó mucho, y solo le dio un sorbo para que la habitación se hiciera más grande, no, era ella la que se estaba encogiendo. Sus vestimentas quedaron en el suelo, lo único que conservaba era su ropa interior, una camisa larga de color azul. Ruth, segura, se acercó a la puerta, pero esta estaba cerrada.

     —Se me ha olvidado decirte que estoy cerrado con llave, ¡ja, ja, ja!—y en lo alto de la mesa, apareció una llave dorada.

     —Maldita puerta.—exclamó.

     Una caja de pastel apareció a los pies de la mesa, Ruth se acercó y leyó.

      Cómeme.

      Solo fue un momento breve, pero su estado ya alcanzaba niveles elevados. La superficie de la mesa resultaba notablemente reducida, y sus pies aparecían en proporción diminuta. Hubo un ligero desgarro en su indumentaria, revelando ligeramente su intimidad.

     —Demonios...—susurró.

     Tiró la llave al suelo con su dedo y bebió todo el resto del jarabe que quedaba.

     Volvió a ser lo más pequeña posible y con la llave en mano, abrió la puerta.

     Para su sorpresa, había un mar enorme, y se veía muy profundo. A lo lejos, en el horizonte, se veía una enorme muralla.

Six de las Maravillas (Little Nightmares)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora