Vicente × Diego +18

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Con el sudor cubriendo cada centímetro de su cuerpo, dejó las pesas en el soporte. Había tenido que bajar la cantidad a levantar, después de tanto tiempo sin ir al gimnasio. Se levantó resoplando y se marchó.

Un ruido a su espalda le sobresaltó. Vicente se giró por instinto y se encontró con una escena típica: "Puede que yo haya dejado de venir unos meses, pero los novatos siguen metiendo la pata igual" . No pudo contener la sonrisa.

—Trae, te ayudo —dijo acercándose para echar una mano a Diego—. ¿Es la primera vez que usas las poleas?

—¿Qué? —Diego lo observaba con cara de no saber a qué se refería.

—Las poleas —repitió, sujetando la barra acolchada Diego debería tener a la altura del pecho, y no en la espalda—. Las estás haciendo mal, ¿sabes? Tendrías que sentarte al revés —dijo, y apoyó una mano en su hombro para girarlo en el asiento de la máquina—. Y ahora, agarras con ambas manos y tiras hacia abajo para levantar las pesas enganchadas a las cuerdas.

Diego tiró hacia abajo. Tenía más fuerza de la que parecía, sin duda. Vicente lo observó: no estaba delgado, tampoco estaba fuerte, pero tenía las curvas que lo hacían bastante deseable.

—¿Así bien? —Lo sacó de sus pensamientos. Lo observó tirar varias veces, y asintió sin llegar a pronunciar palabra.

Vicente no quería mirar hacia abajo. Sabía que Diego lo había excitado y no quería ni imaginar qué pasaría si se daba cuenta. Le dio un par de palmadas en el hombro y se escabulló hacia los vestuarios.

Cerró la puerta tras de sí y miró el reloj. Aún era demasiado temprano; la mayoría de la gente empezaba a llegar a esa hora, no a marcharse, pero había decidido que era suficiente para un primer día.

Tal y como imaginaba, su erección era más que notable. Suspiró. Sería mejor ducharse con agua fría e irse a casa.

Cogió la toalla y el champú de su taquilla, y se quitó la ropa allí mismo. Nunca le había dado vergüenza estar desnudo en el vestuario, pero teniendo en cuenta las circunstancias, tuvo sus reticencias. "Total, no hay nadie a estas horas en los vestuarios. Nunca.", pensó justo antes de bajarse los calzoncillos.

Estaba en las duchas comunes. Colgó la toalla, abrió el grifo y dejó que el agua resbalase por su espalda. Cerró los ojos para relajarse, pero no había pasado ni un segundo cuando oyó cómo se cerraba la puerta del vestuario. Ya no daba tiempo a meterse en un cubículo…

—¡Mierda!, exclamó para sus adentros.

Vicente rezó para que esos pasos se dirigieran al baño. Por si acaso, se mantuvo de espaldas a la entrada con la esperanza de que su erección pasase desapercibida.

—Hey, gracias por lo de antes —dijo Diego tras él.

—Mierda, Diego, pensó maldiciendo su lascivia.

—No ha sido nada —respondió tratando de sonar lo más despreocupado posible.

Necesitaba fingir normalidad, pero sabía que hablar de espaldas no parecía muy normal. Cogió un poco de gel y empezó a enjabonarse el cuerpo. Así tendría una razón para taparse un poco, en el caso de que Diego, decidiera ponerse en una ducha contigua.

—Aún estoy un poco perdido —lo escuchó decir—. Y, ya ves, tengo poco aguante. Espero mejorar con los días.

Sentía la presencia amenazante tras él. "Por favor, vete", imploró una vez más hacia sus adentros. La ducha de su izquierda se abrió como única respuesta.

—¿Vienes mucho por aquí? —le preguntó el chico.

"¿Está desnudo duchándose a mi lado?" , alcanzó a pensar. Con disimulo, fingiendo que se frotaba la pierna izquierda y en un esfuerzo no exento de estoicismo, se giró para mirarlo y responder:

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