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Todo esto me estaba volviendo loca, la sola culpa de no haber salvado a Peeta y a Johanna me consumía día y noche, había sido separada de Katniss y Finnick y muchas veces me la pasaba sola en mi habitación.
La pequeña gota de suero caía y llegaba a mi cuerpo, llevaba días sin comer nada pero aún así no sentía la más mínima pisca de hambre, el suero de por si ya se encargaba de que estuviese completamente llena.
La luz amarilla adornaba mi habitación, estaba sobre aquella incómoda camilla jugando con la pequeña perla que Peeta me había regalado anteriormente. Unos sonidos fuera de mi habitación llamaron mi atención.
Me levante de la camilla y camine hacia la puerta transparente, que estaba pasando fuera. Abrí la puerta y salí, camine entre los pasillos hasta llegar a la habitación de Finnick.
—Finnick. —lo llame, su cuerpo temblaba levemente.
—Yo, quería regresar por Peeta y Johanna pero no...me podía mover —giró su cabeza hacia mi —, también tiene a Annie, se la llevaron.
Jugó con la pequeña cuerda que estaba amarrada a sus muñecas, giré levemente la cabeza encontrándome con Katniss quien me sonrió de lado.
>>—Están en el capitolio, ojalá estuviera muerta, ojalá todos nosotros estuviéramos muertos. —miró el suelo con los ojos llorosos.
Sentí una pequeña lágrima deslizarse por mis mejillas, Katniss tomó mi mano y la apretó en señal de apoyo, los tres estábamos mal en estas circunstancias.
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Mi mirada estaba ida, podía sentir como la manos de Kennedy acariciaban mi cabello mientras pasaba el cepillo a lo largo de este, estaba sentada frente a él de espaldas y en mi cabeza solo podía pensar en aquel traumático suceso.
—Señorita Snow, Coronel Boggs, jefe de seguridad del distrito 13. —se presentó el de tez morena —, se que la dieron de alta junto a sus amigos hace algunos minutos, pero la presidenta Coín solicitó verlos.
—¿Alguna noticia? —mire a Kennedy y luego volví al de tez morena.
—Estoy aquí para escoltarlos. —tras él aparecieron Finnick y Katniss, con sus referentes atuendos.
Asentí y camine hacia ellos, Kennedy le sonrió a Katniss antes de que despareciéramos entre los pasillos, el Coronel cerró una reja antes de proseguir nuestro camino.
El elevador comenzó a bajar, mis manos siempre estuvieron entrelazadas con las de Katniss y Finnick se mantenía a mis espaldas. El ascensor paró y camine tras el rapado.
Las personas ahí eran unas 50 a 70, caminaban de aquí para allá y por su manera de caminar pude distinguir que también pertenecían a la milisia.
—Crei que no quedaba nada. —Katniss miró al hombre.
—El capitolio bombardeó lo principal, pero somos militares, aprendíamos a sobrevivir aquí abajo. —contestó.
