XI - Aguja

137 26 2
                                    

La tinta se corrió por sus temblores, se notaba en la caligrafía apresurada, leí mientras secaba mis ojos que se inundaban con cada frase.

Kilian. Perdóname, pero debía salvarte. Ellos son brutos, tercos como los niños, te matarían si te descubrían conmigo, algunos lo hicieron, sabían lo que ocultábamos, pero pagué por tu vida.

Te conocí, completo por fuera y por dentro. No tengo forma de meterte entre la tinta y extenderme todo el tiempo del mundo para demostrarte lo que sentí por tí.

No tengo forma de desearte más que a ninguna otra persona, no tengo forma de terminar de decirte que eres lo mejor que la brisa traía, ese evento que me daba ansias y se repetía cada noche.

Ahora te dejo, salvándote. Así como siempre lo hacías conmigo, salvarme de manos embriagadas y cochinas.

Las escrituras de la tasca y las arcas están a tu nombre, era eso o dejar todo caer a escombros.

Si te conocí, y sabía tu oscuro secreto, la razón por la que llamabas a todos conejos.

¿Por qué nunca me comiste? ¿por qué nunca me guardaste en tu estómago?

Eso nunca me lo responderé. Pero te agradezco. Tú momento en mi vida. Te agradezco por tú cuerpo, tú calor.

Te agradezco por reír, por sentir y por jugar.

Te agradezco por tus manos, por tu piel.

Te agradezco por todo, te agradezco por tu carne.

Mis lágrimas dejaron de correr. Algo dentro de mi cuerpo crujió, lo oí. Como si apretaras un trozo de tiza.

Comprendí lo mal que estaba mi cuerpo. Lo dañado que mis costillas habían quedado por los golpes. Eran ellas las que crujían, con cada respiración, con cada lloro.

Tomé asiento, quemé la carta sobre la vela. Las cenizas naranjas ardientes volaron y se esfumaron en segundos. El olor a quemado golpeó mi olfato.

CARNE BL +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora