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Mientras Himari lavaba los trastes sucios, Kurapika la ayudaba a preparar su cama. Al ser un apartamento tan pequeño, solo tenía un dormitorio. En cambio, afortunadamente, el sillón de la sala de estar, era un sofá-cama, así que Himari solía dormir ahí, cómodamente.

Con cuidado, acomodaba las sábanas meticulosamente. Él siempre fue realmente prolijo, y no quería que las mantas se arrugaran demasiado.

-Listo. –Murmuró, y se incorporó nuevamente. –Himari, ya te he acomodado la cama. –Informó, mientras caminaba hacia su cuarto para sacarse su ropa, y ponerse su pijama.

Un poco después, Himari, una vez había terminado de lavar los platos, se dirigió hacia la sala, donde se encontraba su cama, cuidadosamente tendida. Ella no pudo evitar sonreír con ternura, al ver cómo Kurapika siempre era tan perfeccionista en todas las cosas que hacía. Sobre una silla, se encontraba el pijama de Himari, que, al igual que su cama, estaba doblada cuidadosamente. Como asumió que Kurapika estaría vistiéndose en el cuarto, ella tomó su ropa, y se dirigió al baño para cambiarse a gusto.

Hace unos pocos días, Kurapika le había regalado un pijama nuevo a la chica. Aún seguía teniendo su antiguo camisón, el que llevaba puesto el día en que ambos se conocieron, pero Kurapika quería que ella tuviera más opciones de vestimenta, por eso cada vez que podía, él le regalaba ropa nueva.

Himari se lavó los dientes, y salió del cuarto de baño para echarse en su cama, y envolverse con las mantas. Quería mirar un poco de televisión antes de dormir, así que la encendió, y se recostó.

Kurapika, que aún seguía despierto, apagó las luces de la cocina y del living, y el cuarto solo quedó iluminado por la luz que emitía el televisor, y las luces de la calle que entraban desde la ventana de la sala. Kurapika la observaba de brazos cruzados desde el pasillo, recargando su hombro en la pared. Finalmente, se sentó junto a Himari, cruzando las piernas.

- ¿Qué miras? –Le preguntó él, sin despegar la vista de la pantalla.

-No sé, no hay mucho para ver. –Contestó ella, un poco decepcionada.

-Es tarde... Deberías descansar. –Indicó Kurapika, mientras se cruzaba de brazos, y giraba levemente su cabeza para ver a Himari. Sus palabras sonaron con una sutil preocupación por el descanso de Himari –Mañana comenzará tu entrenamiento, y deberías dormir adecuadamente.

-Tienes razón. –Respondió, mientras se sentaba en la cama, y se acercaba al televisor para apagarlo.

La habitación había quedado prácticamente en la penumbra. Mientras los ojos de Kurapika se adaptaban a la oscuridad, él la observaba en silencio. La habitación solamente estaba siendo iluminada por la luz de la luna. Himari se quedó un momento contemplando aquel suave brillo lunar que pintaba el cuarto, sumergida en sus pensamientos.

Himari pareció despertar de aquel trance en el que había entrado, y se volteó nuevamente para mirar a Kurapika. Sus ojos se encontraron con los de él mientras lo miraba. Podía decir que él había estado observándola por un tiempo, no es que le importara, no le importaba. Ella simplemente le sonrió suavemente, mientras se miraban a los ojos.

-Que descanses, Himari. –Dijo Kurapika, mientras se levantaba de la cama. –Que duermas bien... -Añadió, antes de irse hacia su cuarto.

-Gracias, lo haré. Ojalá puedas dormir un poco también. –Respondió la peliblanca. Ella sabía que Kurapika llevaba bastantes días sin poder dormir.

El rubio se limitó a sonreír con ternura, y relajar la mirada. Se dio la vuelta para continuar caminando, pero se detuvo apenas llegó al marco de la puerta, como si hubiera olvidado algo. Rápidamente volvió a la sala, y regresó al lado de Himari. Se detuvo frente a ella, mientras la chica lo miraba con una expresión que demostraba confusión. Kurapika dudó unos instantes, y finalmente se inclinó sobre la cama para abrazarla suavemente. Pudo sentir el dulce aroma de Himari una última vez antes de irse a dormir.

Lay All Your Love on Me (Kurapika y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora