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Pues, aunque quisiera negarlo, no podía hacerlo. Allí estaba. El mismísimo líder de la Brigada Fantasma, muerto, delante de sus propios ojos. La escena era bastante fuerte de presenciar, tanto así que Himari sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver en el estado en el que se encontraba. A pesar de la sensación de inquietud que la invadía, se mantuvo firme junto a Kurapika.

Kurapika, sin embargo, mantenía su oscura mirada, llena de odio y desprecio, fija en su cadáver.

- ¿Este era el líder? Era demasiado joven como para meterse con nosotros. –Se escuchó decir por uno de los hombres que se encontraba vigilando la zona.

- ¡Encontramos a los otros miembros! –Gritó, otro de ellos, para así alertar a los demás.

Se encontraron en total, cinco cuerpos de los demás miembros de la Brigada Fantasma. Era una escena grotesca, que le pondría los pelos de punta a cualquiera. Los cuerpos de los miembros yacían dispersos por el suelo. La sangre, formaba charcos en el suelo y salpicaduras en las paredes.

El hedor metálico de la sangre impregnaba el aire, y Himari, luchaba por contener las náuseas que aquella macabra escena le causaba.

-Regresemos al edificio. La subasta debe estar por terminar, y aún tenemos que conseguir el objeto que la señorita Neon buscaba... -Por alguna razón, la voz de Kurapika se escuchaba temblorosa, y apagada. Entonces, la tomó de la muñeca, y la jaló, para comenzar a correr, ya que les quedaba poco tiempo.

Subieron las escaleras a toda velocidad, hasta que finalmente, llegaron al salón en el que la Gran Subasta se llevaba a cabo. Kurapika abrió las puertas, mientras jadeaba a causa del cansancio que le provocó el haber corrido tanto. Himari estaba detrás de él, encontrándose exactamente en el mismo estado.

- ¡Es hora del último artículo de la noche! –Dijo el presentador. Habían llegado justo a tiempo. Himari se acercó a Kurapika, y le sonrió. Pero pronto, su rostro se desfiguró al ver de qué se trataba.

- ¡Uno de los siete colores de ojos más hermosos y codiciados del mundo! ¡Los ojos escarlata!

Kurapika no podía apartar la mirada de los ojos escarlata. Su corazón latía con una mezcla de dolor y profunda tristeza. Durante años, había buscado esos ojos, persiguiendo la justicia para su familia y para sí mismo. Y ahora, frente a él, estaba la encarnación física de su tormento y su lucha.

Himari colocó una mano reconfortante sobre el hombro de Kurapika, ofreciéndole su apoyo silencioso en ese momento tan tenso. Sabía que no podía comprender completamente el peso de lo que significaban esos ojos para él, pero por alguna razón, podía sentir cómo su amigo se sentía. Tanto así, que, por alguna razón, ella misma sintió la misma angustia que él sentía en su corazón.

En ese mismo instante, el rubio sacó su teléfono de su bolsillo, y sin despegar la vista de aquel par de ojos escarlata, llamó al señor Nostrade.

- ¿Jefe? soy Kurapika. Me disculpo. Cometí un error, el líder de las Arañas murió, y la subasta siguió con normalidad. –Habló, y finalmente, bajó su mirada, dirigiéndola hacia el suelo.

-Los ojos escarlata están siendo subastados. ¿Debo pujar por ellos? –Volvió a hablar, con su seriedad y firmeza de siempre.

-Por supuesto, ¡Debes ganarlos! –Se escuchó desde el otro lado de la llamada.

- ¿Hay un límite, señor? –Preguntó el rubio. Una gota de sudor frío corrió por su sien.

-No. Ofrece lo que sea necesario.

Lay All Your Love on Me (Kurapika y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora