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Kurapika, recorría con calma por los pasillos del lugar. A pesar de esta situación tan estresante, intentaba mantener la compostura en todo momento.

Él veía y escuchaba cómo las demás personas dentro de la sala de espera comenzaban a alterarse y a perder la calma.

- ¿¡Qué demonios está ocurriendo allá afuera!? ¡He oído una puta explosión! –Se escuchó, entre todo el bullicio del cuarto.

-Por favor, señor, mantenga la calma, ya no debe tardar... -Trató de explicar uno de los guardias a aquel hombre tan irritado.

Kurapika por su parte, seguía caminando. Simplemente, estaba atravesando la habitación para poder llegar a las escaleras y continuar su recorrido.

"Todos aquí son líderes o ejecutivos de alto mando. Están arriesgándose sin necesidad, simplemente para probar que no le temen a la Brigada Fantasma." Pensó Kurapika, mientras caminaba a través de dicha habitación.

"Esto empieza a ser un caos... Si no son cuidadosos, los organizadores perderán el control de la situación muy pronto."

En ese mismo instante, apenas llegó al lobby del edificio, su teléfono comenzó a sonar. Kurapika se apresuró a contestar.

-Sí, diga. –Pronunció con seriedad.

- ¿Hola? ¡Kurapika! –Se escuchó del otro lado. Era nada más y nada menos que Gon.

El rubio se sobresaltó. Abrió los ojos de par en par, y entreabrió la boca con sorpresa.

- ¡Genial! ¡Por fin te encontramos! –Continuó el peliverde, desde el otro lado del teléfono.

- ¿Gon? –Preguntó con confusión al escuchar la voz de su amigo.

-Sí. ¿Puedes hablar ahora?

-Eh, estoy ocupado ahora... Te llamaré luego. –Contestó Kurapika, con cierta firmeza.

- ¡Espera! Solo dame un minuto, necesito decirte algo importante –Suplicó. –Killua y yo encontramos a la Brigada Fantasma...

El semblante de Kurapika se descompuso. Su mirada se oscureció, y su rostro palideció. Sintió cómo una gota de sudor frío rodaba por su mejilla.

- ¿¡En qué demonios estaban pensando!? ¿¡Tienen idea de lo peligrosos que son!?

-Creí saberlo, hasta que los conocimos. –Esa ya no era la voz de Gon. Ahora el que se encontraba al teléfono, era Killua. –Son muy rudos. No tenemos oportunidad contra ellos. Por eso necesitamos tu ayuda.

- ¡Y queremos ayudarte también! –Exclamó Gon.

Kurapika se mantuvo en silencio unos segundos. Mantenía una mirada fría, a pesar de lo preocupado que se sentía por el riesgo que sus amigos habían corrido.

-Esto no es un juego. No ayudaré a que logren matarlos. –Manifestó con la voz firme.

-Hallamos su base. ¿Quieres saber dónde está? –Insistió Killua, sin alterar su actitud despreocupada. -Vimos sus habilidades. ¿No quieres saberlas?

-Ya basta. Aléjense de la Brigada Fantasma. –Exigió el rubio, con un tono de voz frío, al borde de perder la paciencia.

Tras escuchar las palabras de Kurapika, Killua se mantuvo en silencio durante unos largos segundos. Hasta que finalmente, soltó:

-Eres el usuario de las cadenas que mató a uno de ellos, ¿No? ¿Sabes que están realmente decididos a encontrarte? –Pronto, la actitud relajada de Killua, se alteró completamente. - ¡Y si no quieres considerarnos a Gon y a mí como tus amigos e iguales, haremos lo que sea necesario para que nos ayudes!

En aquel arranque de ira, Killua le pasó el teléfono a Gon para que continuara hablando.

-Kurapika... Uno de la Brigada, comenzó a llorar delante de nosotros... Dijo que jamás perdonará a quien mató a su amigo... Y cuando lo vi llorar, me sentí realmente furioso. No pude perdonarlos. –Dijo Gon, con la voz tranquila, a pesar de sus palabras.

Ambos se mantuvieron en silencio por unos segundos, hasta que Gon volvió a hablar:

-También queremos detenerlos. –Aseguró el peliverde, con firmeza y valentía en su voz. –Por favor, Kurapika...

Kurapika, no sabía exactamente cómo reaccionar. Se mantuvo en silencio durante un corto tiempo.

-Yo... Los llamaré más tarde... -Balbuceó, para después colgar la llamada, sin darles tiempo a Gon y a Killua para decir nada más.

El rubio se mantuvo de pie, estático, con la mirada fija en el suelo. Las palabras de Gon y Killua aún daban vueltas por su cabeza. Inconscientemente, apretó sus puños con fuerza. Pronto, una voz lo sacó de sus propios pensamientos.

- ¡Kurapika! ¡Aquí estás! –Exclamó Himari, la cual llevaba bastante tiempo buscándolo.

- ¡Himari! ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Te pedí que cuidaras a Neon! – Reprochó el joven, mientras se acercaba a paso veloz hacia la peliblanca.

- ¡El señor Nostrade me ordenó que patrullara contigo...! Me ha dicho que te acompañe. –Contestó ella, para intentar tranquilizar a Kurapika. Se le veía muy alterado.

-Ah, bien... Está bien... -Balbuceó. Él realmente no quería que Himari estuviera tan expuesta al peligro, pero no podía hacer nada contra las órdenes de su jefe.

En ese mismo instante, se escuchó una fuerte explosión, seguida de un leve temblor en el suelo de la sala. y sin dudar, Kurapika y Himari salieron rápidamente del edificio, deteniéndose justo detrás de los guardias de seguridad en la entrada principal.

De lejos, se veía cómo un hombre se acercaba de forma lenta y extraña hasta la entrada del edificio. Casi parecía que estuviera poseído. A su alrededor, todo estaba en llamas y destruido.

- ¡No tiene caso! ¡La Brigada es muy poderosa! – gritó el hombre con desesperación, sosteniendo un arma en sus manos. –Es enserio. ¡No tenemos oportunidad contra ellos! ¿Quieren ver qué tan fuertes son? Yo les enseñaré.

Tras decir eso, el hombre comenzó a sonreír de una forma realmente bizarra y perturbadora. Parecía que sus ojos sin vida, iban a salirse de sus cuencas.

Levantó el arma que llevaba entre sus manos, y comenzó a disparar en dirección a los guardias de seguridad, y hacia Kurapika y Himari. Tan pronto como la primera bala salió, ante la amenaza inminente, Kurapika se colocó frente a Himari, la envolvió con sus brazos y, en un movimiento ágil se lanzó hacia el interior del edificio, atravesando y partiendo una pared de cristal con sus cuerpos.

Ambos se mantuvieron acostados en el suelo. Kurapika estaba encima de Himari, mientras cubría su cabeza con su propio cuerpo. No pensaba moverse de allí, hasta asegurarse de que ella estuviera completamente a salvo.

En ese momento, el sonido de los disparos se fusionaba con el ruido de las llamas y los gritos distantes. A pesar de todo, Kurapika mantenía a Himari protegida mientras evaluaba rápidamente la situación.

A penas el silencio se hizo presente, Kurapika se movió para que Himari pudiera levantarse, y corrieron hacia las escaleras para refugiarse en los pisos más altos.

Himari sentía que su corazón iba a salirse de su pecho. Estaba realmente aterrorizada. Por su parte, Kurapika, no sentía miedo en lo absoluto. Lo único que sentía, era la ira crecer dentro de él. 

La Brigada, ya le había arrebatado lo más preciado en su vida una vez: a su familia.

No iba a permitir que ellos, o alguien más intentara hacerle daño a Himari. 

No de nuevo. 


































Lay All Your Love on Me (Kurapika y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora