Esta mañana al despertar jamás imaginé que mi día sería tan caótico. Bueno, no es como si mi vida fuera color de rosa, pero de ahí a ser tranquilito y armonioso pues tampoco. Por lo general el estrés y el caos no faltan, pero esto es... muy inesperado.
Eran las 5 de la mañana cuando estaba tomando una ducha, sentía los músculos de mi cuerpo destensarse con el agua caliente, y un suspiro de alivio salió de mi garganta. El olor a jazmín y vainilla de mi champú embargaba mis fosas nasales, me encontraba deseando jamás salir de la ducha, pues me estaba resultando tan agradable, además, este es mi momento favorito del día.
Algunos minutos después cuándo me disponía a arreglarme el cabello, pues ya estaba completamente cambiada, con unos jeans azul profundo muy ajustados, los cuales hacen resaltar mi trasero, una camisa negra de seda un poco abierta solo para que se alcanzara a ver el inicio de mi sujetador, resaltando mi busto para nada pequeño, la cual fajé dentro de mis pantalones, y unos lindos botines negros de tacón bajo.
Me observo en el espejo detenidamente, muy conforme con el resultado y sonrió a mi reflejo, cuándo recibo una llamada de un número desconocido, y me debato entre contestar o no, al final decido dejar perder la llamada y continúo en lo mío. No me considero una persona paranoica, pero debido a mi profesión, no muchas personas cuentan con mi número telefónico privado, y las que sí, están debidamente registradas. Valoro mucho mi privacidad y seguridad.
El teléfono vuelve a sonar insistentemente y eso me activa una alarma interna. Al sonar por tercera vez contesto con desconfianza.
- ¿Diga? - Hablo con voz cautelosa.
- ¿Hablo con la señorita Elizabeth Farías Lara? – pregunta del otro lado de la línea una voz gruesa y masculina.
- Correcto, ¿Quién habla? Y ¿Cómo es que tiene mi número? - contesto insegura.
- Lo conseguí en la agenda telefónica, señorita. – contesta el hombre con una mentira descarada.
- Tiene cinco segundos para decir la verdad o colgaré, usted sabe de antemano que mi número no se encuentra registrado en la agenda telefónica, y no cualquier persona tiene acceso a él. Le preguntaré de nuevo, ¿Quién habla? y ¿Qué es lo que quiere? – digo mientras accedo a grabar la llamada.
- Tiene razón, discúlpeme. Mi nombre es Armando Castrejón, y soy abogado. Específicamente el abogado del señor Leonardo Farías, su padre –
Guardo silencio por lo que parecen años, pero trato de recomponerme lo más rápido posible y normalizar mi ritmo cardíaco, como aprendí a lo largo de años de entrenamiento. Tomo una respiración profunda y adopto un tono de voz neutro.
- Quiere explicarse por favor... no entiendo a qué viene esto. A decir verdad, no tengo mucho tiempo y solo cuento con unos minutos para atenderle. – Digo sentenciando e impaciente por terminar la llamada.
-Señorita, su padre se encuentra en el hospital Farías & Robles, está en cuidados intensivos y pide verla, él me ha dejado muy en claro que usted no desea verle y que no cuentan con una relación cercana, pero ha insistido en qué vaya a verle, es de suma importancia. – Me contesta el hombre de manera apresurada pero sin dejar de sonar formal.
Siento como me bulle la sangre, y aprieto el puño que tengo libre, paladeo el sabor a sangre que brota de mi lengua al morderla por la ira que siento de repente, ¿Cómo se atreve ese imbécil a pedir verme? ¿Quién se cree que es? Después de todos estos años sin saber de él, de su abandono y su egoísmo, venir a exigir verme e invadir mi privacidad, al conseguir mis datos y proporcionárselos a un completo desconocido. No puedo evitar rechinar los dientes por el coraje.
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Los Herederos.
RandomElizabeth Farías, licenciada en criminología , especializada en perfiles criminales, recibe una llamada misteriosa de un abogado, quien le pide asistir a un exclusivo hospital, para encontrarse con su padre Leonardo Farías, un padre ausente y egoíst...