Estaba tumbado atravesado en la cama, con los cascos puestos, y la cabeza caída al borde de la cama. Las horas pasaban y todo seguía igual. Calor, aburrimiento, y miles de pensamientos en mi cabeza, pensamientos que flotaban en mi mente al son de la música.
En el iPod se acababa de poner una canción que me encanta, pese a que su letra triste y que siempre me provocaba pensamientos deprimentes, pero era tan bonita.
La puerta de mi habitación se abrió y vi como entraba mi hermana lentamente. La veía que gesticulaba con la boca palabras, palabras que quedaban en el silencio de mi música y al ver que la ignoraba, se cabreo y chilló.
-Joe, que estupido eres, pues ahora no te dire quien ha preguntado por ti.
Y de un portazo salió de la habitación.
Cuando mi hermana se cabreaba y chillaba de ese modo, ni la más ensordecedora pista de dubstep podría evitar que la escuchara.
Qué más da quien fuera, nada importa. Por la ventana, el sol indicaba el paso del tiempo, ya casi se estaba escondiendo.
“¿Cuantas horas han pasado?” - Pensé
Me medio incorpore en la cama. Mire a todos lados, y vi que apenas había luz a mi alrededor, en mi iPod sonando una canción muy bonita de Skillet, muy bonita pero muy triste.
Me quité los cascos, y el silencio inundaba la habitación, más haya de la puerta de mi cuarto se escuchaban leves ruidos, posiblemente fuera mi hermana. El tic tac del reloj se metió en mi cabeza, sonando una y otra vez, monótono, aburrido.
-Jason, baja de una vez que la cena esta lista - Cristofer chilló desde abajo - no tenia ganas de discutir, así que obedecí sin rechistar, aunque no tenía hambre.
En la cocina había bastante revuelto, mi hermana ayudaba a mi padre a poner la mesa, mientras Cristofer, la mujer de mi padre, preparaba unos huevos fritos. Al verme entrar mi hermana me fulminó con la mirada.
“Aún está cabreada” - pensé
- Jason eres un jeta, no has hecho nada en toda la tarde, y encima ahora, ni siquiera ayudas con las tareas de la casa …- fué poco el tiempo que tardé en dejar de escuchar sus palabras sin sentido, aunque no por que ella dejara de decirlas, sino porque nuevamente me sumergí en pensamientos que vagabundeaban en mi mente.
La cena pasó relativamente tranquila, apenas se hacían algunos comentarios aleatorios, sobre el trabajo, o el instituto.
Mire el reloj, y ya eran las 4:39 de la mañana. Las noches así eran terriblemente largas, así que me vestí tranquilamente me puse una sudadera con una amplia capucha y unas zapatillas deportivas para poder correr un rato. Y en el bolsillo me guarde unos guantes finitos que empleaba en kick boxing, de esos que tienen los dedos recortados..
Y salí de casa, sin rumbo fijo. Llovía a raudales y la ropa había empezado a calarse desde el mismo momento en que pise la calle. Miré al cielo para notar cómo las gotitas de agua me impactaban sobre el rostro.
Empecé a correr calle abajo, a mis pies los charcos que ya se habían ido formando chapuscaban, el solo sonido de la lluvia, el frescor del agua, era bastante relajante, pero pensaba correr hasta que el agotamiento acabara con mis fuerzas, hasta que tuviera que tumbarme en la cama, para no caerme del cansancio.
Dos horas estuve corriendo aproximadamente, pero el cielo no había clareado en absoluto, las nubes negras cubrían todo el cielo, los relámpagos lo deslumbraban todo y los truenos sonaban ensordecedores. Estaba cansado, pero no estaba lo suficientemente cansado para no pensar. En mi mente seguían los recuerdos, aquel hombre, aquel coche, aquel día...