Para Yeonjun no existe la palabra libertad; vive encadenado a las deudas y a las responsabilidades. Vivir estresado es su día a día. Entonces, cuando acepta el empleo de ser un Sugar Baby suena tan tentador y confiable.
La Casa de Azúcar le abrirá...
«Placer y pena son los dos únicos resortes que mueven y moverán el mundo»
Claude Adrien Helvétius
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─El juego es muy fácil. Sólo existen dos reglas: uno, si sientes que vas a correrte me lo dirás y dos, no puedes correrte sin mi autorización.
─¿Pero qué sucede si lo hago?
─Se termina el juego y tú no obtienes ningún regalo por un mes.
Yeonjun abrió la boca para reclamar cuando dio un saltito al sentir la intensidad de la vibración que el pequeño anillo de Pino¹ emitía. Sus ojos cayeron, disfrutando de la sensación mientras oía la sardónica risa de su sugar daddy llenar la habitación mientras jugaba con su polla.
─¿Qué se supone que estamos haciendo? ─apenas murmuró.
Soobin sonrió de una forma que Yeonjun interpretó como una sonrisa sucia.
─Soy un poco aficionado a los handjobs². Me gusta jugar ─confesó admirando placenteramente el cuerpo de su sugar baby. De pronto, el hombre miró a Yeonjun fijamente y tomó su mentón, ahuecándolo, para sostenerlo firmemente y dejar en claro algo que necesitaba oír de Yeonjun─. Hay algo que he dejado pasar por un tiempo. Ahora que finalmente hemos firmado el contrato y estaremos en esto por un tiempo, tienes que llamarme daddy cada vez que juguemos o follemos. Es una orden, ¿lo entiendes?
─Sí.
─¿Sí qué? ─preguntó con una autoridad que erizó su piel.
Yeonjun apretó los dientes y dijo: ─Sí, daddy.
─Buen chico, te has ganado un pequeño premio. ─Yeonjun jadeó al sentir como la intensidad del anillo subía, reforzándose y obligando a sus músculos a tensarse. Su polla estaba llegando a un color purpura y el maldito anillo hacía que sus bolas subieran y se apretaran.
Esto, en algún momento, se volvió una tortura.
Una muy placentera.
Soobin alcanzó una caja grande y la abrió, rebuscó algo dentro de ella hasta que logró encontrarla. Yeonjun vio lo que Soobin le enseñó, una varita mágica³ de color negro y blanco.
La sonrisa sardónica seguía en el rostro de Soobin, imposible de ser borrada cuando el juguete llegó cerca del pene de Yeonjun. Soobin se relamió los labios en el momento en el que encendió la cosa y deslizó el cilindro de goma alrededor de la base de su polla.
Sus ojos rodaron y las venas en su cuello se tensaron. La vibración que producía la varita junto con la goma retardante provocó que los dedos de sus pies se torcieran. Soobin besó la cabeza de la polla de Yeonjun sin borrar su sonrisa.
─¿Se siente bien, bebé? ─él preguntó. Yeonjun se sentía incapaz de pronunciar una palabra, pero Soobin quería oírlo─. Responde la pregunta, cariño.