Control

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Naruto se acercó hacia el cuarto de empleados donde estaba su jefe, el cual cayó colapsado en lo que parecía ser un catre o colchón improvisado con ropa, era obvio que estaba muerto, fisicamente, mentalmente. Ni siquiera se había tomado el tiempo de quitarse el uniforme, solamente se acostó así, seguro que algún empleado al día siguiente se llevaría una sorpresa. Había un poco dinero en efecto, casi todo se había hecho por transferencia, pero la cantidad de ahí sería suficiente para poder huir.

Pero eso era robar. Y él no era un ladrón.  Naruto se odió a si mimo y a sus dilemas morales, era un poco interesante pero para ser un lugar tan moderno se percató que había cámaras en la cocina. Había cuchillos, era demasiado obvio si intentaba trabajar con el collar.  Seguro que se activaría apenas le tocase.

Se deslizó en el piso frío de la cocina. En alguna otra situación, saquearía la cocina pero Sasuke le hizo de comer, y verdaderamente estaba satisfecho, no se atrevía a comer por gula. Y si hacía algun destrozo, su amo lo haría limpiarlo. Era mejor dejar todo limpio. Dejó que el tiempo pasase, hasta que su amo dejó el cuarto de empleados. Ya de madrugada, cerca de las cuatro de la mañana.

—Ordena todo. —dice Sasuke, tallándose los ojos. —ya hay que preprarar todo de nuevo.

—Pero si acabamos de cerrar.

—Si, hay que preprarar la comida de al rato.... A estas alturas el caldo debe estar más concentrado pero tenemos que dejar todo listo. —dice el omega, explicándole a Naruto como si fuese cualquier empleado y no la mascota como siempre lo humilla. Naruto se odió, debió dormir o huir, entonces lo habrían metido preso pero estaría dormido. No cocinando nuevamente para ese omega. Sasuke se limita a preparar un poco de café expreso, sirve uno para él y uno para Naruto.

El café que toma Sasuke es negro, igual que su alma.

A Naruto, parece dudar y le prepara un capuchino.

—¿Qué es esto? —pregunta Naruto, al ver la espuma humeante.

—Es un capuchino.

—Tiene espuma. Wow.—Sasuke lo ignora y toma el café, dispuesto a empezar a de nuevo su actividad. Naruto le dio un sorbo, es uan temperatura perfecta, como para disfrutar. La caféína es maravillosa, a tu en su cuerpo y en unos segundos olvida que tiene sueño.

— Esto es maravilloso. —le dijo a Sasuke. El omega no le dijo nada, solamente le ordena que deben volver a limpiar a aomcodar todo el restaurante. Este trabajo es pesado, incluso para un alfa como Naruto, y le sorprende que Sasuke esté haciendo la mayoría sin chistar. Movilizando los muebles. Naruto no dijo nada, solo asintió, fue un poco raro que Sasuke no tirase del collar, incluso le quitó la cadena porque estorbaba. No pasó mucho antes de que lso empleados volvieran a llegar y Sasuke.

Naruto se guardaría el secreto pero juraría que no se cambió de uniforme. No diría nada, porque se veía igual de pulcro pero claro que notaba cierto olorcito, delicioso para él pero que estaba relacionado a suciedad. Su pulcro amo, no se bañó. La rutina de ese día, fue exactamente la misma, un poco menos ajetreada con el menú del ramen, igual había uno que otro postre pero en esta ocasión todo era menos ruidoso.

La gente comía, sorbía. Y Sasuke servía la comida, claramente a su amo le dolían las piernas, lo delataba un poco, pero permanecía inmutable. En esta ocasión, solo se limitó a lavar los trastes, de hecho le agarró cierto gusto a lavarlos. El detergente, y que no tenía que estar viendo  o tratando con betas a su alrededor. Incluso es divertido ver como Sasuke les llama la atención si se atreven a desconcentrarlo.

Todo el día.

Dos malditos días despierto. Joder que era hiperactivo pero ahora si, estaba muerto. Necesita un pasto o lodo en el cual tirarse, un montón de tierra sería precioso, la movería y amoldaría de acuerdo a su espalda, quería incluso la terraza de piedra de sasuke, seguro que sería un masaje excelente en su espalda. Terminaron de la misma manera, en esta ocasión. Sasuke cerró el local, colocó tres candados y Naruto se acomidió a bajar las cortinas del sitio, aunque no faltase mucho para abrir. Salieron por la puerta trasera de la cocina, el omega se cambió y dejó de usar ese ridiculo atuendo. Ahora estaba igual de formal que siempre, caminaron entre el piso humedo y jabonoso por los callejones del restaurante. La ciudad estaba completamente sola.

Mi alfa, mi esclavo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora