Ventanas abiertas

83 12 8
                                    

José asintió agradecido, y la brisa nocturna acariciaba nuestros rostros mientras las sombras danzaban en la penumbra.

—Hace aproximadamente una semana, un amigo de confianza me reveló no solo la difícil situación económica de tu familia, sino también el verdadero motivo detrás de todo esto —comenzó José, con la voz ligeramente temblorosa.

Mis ojos se ensancharon con sorpresa, ansiosa por conocer la verdad que se ocultaba tras la maraña de secretos.

—Tu madre, desesperada por encontrar una solución, descubrió que casarte con Nain era la única manera de resolver nuestras penurias económicas —continuó, y noté cómo suspiraba, como si el peso de esa revelación lo agobiara. —Y no lo pude permitir, María, no a ti, que eres el alma más pura que he conocido...

Nain, un chico de familia acomodada pero con una actitud despreciativa hacia todos, incluso hacia mí, era alguien a quien conocía desde la infancia. Recordaba sus modales arrogantes y su actitud grosera. Siempre caminaba como si la tierra debiera agradecer su presencia. No era solo una cuestión de estatus, sino de su personalidad déspota y agresiva. A lo largo de los años, había demostrado ser un individuo difícil de tratar.

—María, entiende que mi intención no era ocultarte la verdad, pero tu madre, preocupada por la difícil situación que atravesaban, vio en este matrimonio una solución. Y lo que es más difícil de aceptar es que, al parecer, tus padres también estaban de acuerdo con esta solución porque no tenían otra opción, así que... —explicó José, con la mirada reflejando el dolor de tener que revelar esa verdad.

—Les diste otra opción... —dije mientras entraba en shock. Mis emociones oscilaron entre la sorpresa, la indignación y la tristeza. Ya no me parecía raro que estuvieran dispuestos a sacrificar mi felicidad por la situación económica, y en realidad, de no haber sido por no haber sido consultada, no tendría ningún problema, pero no sabía cómo reaccionar sabiendo que el destino pudo haber sido mucho peor.

—María, lo siento. Jamás fue mi intención hacerte sentir como una moneda de cambio. Yo solo... —suplicó José, con la mirada llena de arrepentimiento.

—Decidiste por mí —dije mientras lo miraba aún frustrada por la situación—. ¿¡Por qué no me dijiste?! ¿Por qué no me preguntaste?

Le dije casi gritando en medio de un susurro lleno de rabia.

—Porque no estoy seguro de que me habrías elegido a mí... —concluyó José, su voz cargada de pesar.

—¿Qué? —Exclamé incrédula. ¿Realmente cree que habría preferido casarme con Naín?

—María, no soy tonto. Estoy consciente de que no soy la opción que tu madre esperaba —dijo mientras se le cortaba la voz—. Es claro que nuestro matrimonio no es un acuerdo tan ventajoso para lo que necesitaba tu familia, pero tu padre creyó en mí y en la vida que podía ofrecerte y me eligió a mí.

—José, te elegiría mil veces antes que nadie —exclamé, y sus ojos brillaron como suelen hacerlo—. Eres mi amigo, y si tenía que casarme, preferiría hacerlo con un amigo.

—Amigo... —musitó José.

A pesar de la tormenta de emociones que nos envolvía, un momento de conexión surgió entre nosotros. Las palabras no dichas se disolvieron, dejando espacio para una comprensión mutua que trascendía la difícil situación.

—María, lamento profundamente haber tenido que revelarte esto de esta manera, pero necesitaba que supieras la verdad —dijo José con sinceridad. — no habría podido vivir sabiendo que solo me tolerarías por el resto de nuestras vidas.

La rabia y la confusión seguían presentes, pero algo en sus palabras calmó el tumulto emocional. Nos quedamos en silencio, cada uno sumergido en sus propios pensamientos, mientras la brisa nocturna mecía las hojas de los árboles y la penumbra velaba nuestras expresiones.

—José, necesito tiempo para procesar todo esto —dije finalmente, con la mirada perdida en el horizonte estrellado.

—Lo entiendo, María. Estoy aquí para lo que necesites, y haré todo lo posible para ayudarte a superar esto —respondió José, con una determinación que revelaba su compromiso. — en las buenas y en las malas, no? Muy pronto?

— Justo a tiempo... —le dije mientras sonreía y lo observaba dar la vuelta y desaparecer en la noche de Nazaret.

Antes de CristoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora