cap 4

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 El día de Sanji no estaba siendo para nada agradable, pues tan solo eran las 10:00 de la mañana y moría por probar tan solo uno de esos palitos blancos... Pero él le prometió a Chopper que lo dejaría por unos meses, cosa que piensa cumplir, pero era difícil calmarse. Esas malditas paletas funcionaban, pero ALGUIEN se las comió, por lo que no tenía nada más que masticar.

Por otro lado, el marimo entraba a la cocina, donde vio a su esposo actuando de una manera ansiosa, y él sabía que solo se ponía así cuando no fumaba. Decidió ignorar al rubio, tomar su botella de sake y largarse, pero su instinto como marido no le permitía hacer tal atrocidad. Por lo que, sin importarle mucho lo que pensara el rubio, se acercó a él y lo tomó por la cintura, acción que pegó por completo sus cuerpos. Zoro abrazó los hombros de Sanji y empezó a acariciar de arriba hacia abajo la espalda de Sanji, quien aún desconcertado no se movía ni se oponía, pues por alguna extraña razón, se sentía acogido, cálido. Era una sensación tan familiar que era difícil apartarse de ese calor.

Zoro no decía nada, simplemente hacía lo mismo que cuando a su esposo le daban esos ataques de ansiedad, que mayormente eran leves, nunca algo problemático pero sí lo suficiente para no estar tranquilo. Sanji se dejó hacer caricias, calmándose en el camino. Pero la interrupción de Usopp hizo que Sanji reaccionara y se alejara inmediatamente de Zoro, empujándolo para hacerse camino hasta la salida.

Zoro no dijo nada y miró molesto a Usopp, quien antes de ser picado en cuadritos se largó, no sin antes gritarle que habían desembarcado en una isla.

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Zoro, cansado, salió de la cocina llegando a la cubierta, donde ya todos se preparaban para lo que siempre hacían al momento de llegar a una isla para recargar provisiones. Lo que ni los demás ni él tuvieron en cuenta, es el hecho de que Zoro siempre acompañaba a Sanji a hacer las compras de la alacena, para que él fuera quien cargara todas las bolsas, como un marido de verdad. Zoro y Sanji empezaron a caminar, sin darse la mano como solían hacerlo cada que salían juntos. Es más, ni siquiera le dirigía la palabra, cosa que el marimo trató de ignorar distrayéndose y mirando a los alrededores, donde encontró con la mirada una joyería que llamaba bastante su atención, y justo recordó que pronto sería su aniversario, por lo que agarró al cocinero de la mano arrastrándolo a la tienda, sorprendentemente sin perderse e ignorando las quejas de Sanji. El cocinero se quejaba y le preguntaba lo que estaba haciendo, pero Zoro simplemente lo ignoraba y seguía mirando las preciosas piezas en la vitrina, hasta que vio una que lo enamoró por completo. Era un brazalete de plata, que tenía una raya negra recorriendo por todo su centro, dejando los bordes grises, y que también poseía unas piedras plateadas que brillaban de manera suave. Inmediatamente pensó en lo bien que se vería esa maldita pieza en su joya más hermosa, Sanji.

Zoro subió la mano que aún tenía sujeta de Sanji, pidiendo la joya para que fuera medida. Sanji hace ya mucho rato dejó de quejarse y simplemente esperaba qué era lo que el espadachín idiota haría, pero de verdad estaba sorprendido, pues a Zoro no parecía ni siquiera gustarle ese tipo de accesorios en él. Lo único que llevaba eran sus tres aretes y esa espantosa pañoleta verde amarrada a su brazo.

De la nada sintió como el brazalete era medido en su mano y detallado por la mirada atenta del peliverde, quien sonrió a medias y lo miró.

—¿Te gusta? —preguntó Zoro a Sanji con la máxima tranquilidad, mientras que el rubio moría internamente. No entiende por qué, pero esa acción fue tan hermosa y dulce para él que incluso se llegó a sentir ajeno de su cuerpo y de sus pensamientos... pero al final respondió un:

—Sí, me gusta, es linda —haciendo suspirar a Zoro, pues por primera vez estaba seguro de que algo que él había escogido le gustaba a su marido. Según él, Sanji siempre le mentía y decía que todo estaba muy lindo solo por no hacerlo sentir mal o por no gastar más tiempo comprando, ya que el espadachín no es alguien de mucha paciencia que digamos.

La joya fue comprada por Zoro, quien agarró la mano ajena otra vez para colocarla. Y Sanji no decía nada, pues estaba petrificado. Lo único que salió de él fue un:

—¿Tú también me compraste este anillo, verdad? —MIERDA, MIERDA Y MÁS MIERDA... Zoro había olvidado por completo que Sanji todavía portaba el anillo. No sabía ni qué decir.

—Sí, te lo di por tu cumpleaños —dijo claramente mintiendo y tratando de dejar el tema ahí, pero Sanji siguió.

—¿Ah sí? ¿Y desde cuándo me das regalos tan bonitos? ¿Y este ahora por qué fue? —Siguió y siguió preguntando hasta que, gracias a los cielos, Nami los encontró y regañó por no haber comprado la comida.

Luego de eso el tema quedó ahí, fueron a comprar las cosas y ya se encontraban en el Sunny.


❣︎𝚎𝚜𝚙𝚊𝚌𝚒𝚘 𝚍𝚎 𝚎𝚜𝚌𝚛𝚒𝚝𝚘𝚛❣︎

Waaaa, que lindo que es zoro, se preocupa tanto por sanji 

♥︎ m͜͡i͜͡ n͜͡o͜͡m͜͡b͜͡r͜͡e͜͡ e͜͡s͜͡ a͜͡r͜͡i͜͡, u͜͡n͜͡ p͜͡l͜͡a͜͡c͜͡e͜͡r͜͡ e͜͡s͜͡c͜͡r͜͡i͜͡b͜͡i͜͡r͜͡ p͜͡a͜͡r͜͡a͜͡ u͜͡s͜͡t͜͡e͜͡d͜͡e͜͡s͜͡ ♥︎

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♥︎ m͜͡i͜͡ n͜͡o͜͡m͜͡b͜͡r͜͡e͜͡ e͜͡s͜͡ a͜͡r͜͡i͜͡, u͜͡n͜͡ p͜͡l͜͡a͜͡c͜͡e͜͡r͜͡ e͜͡s͜͡c͜͡r͜͡i͜͡b͜͡i͜͡r͜͡ p͜͡a͜͡r͜͡a͜͡ u͜͡s͜͡t͜͡e͜͡d͜͡e͜͡s͜͡ ♥︎

𑁍☼︎𝐹𝑟𝑎𝑔𝑚𝑒𝑛𝑡𝑜𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑜𝑙𝑣𝑖𝑑𝑜☼︎𑁍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora