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Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. Fooligetta.

Vegetta despertó, adolorido

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Vegetta despertó, adolorido.

Apretó sus labios, confundido por no saber dónde se hallaba producto de la desorientación del sueño, y frotó sus ojos, reconociendo el vagón donde todo el mundo dormía. Tomó un suéter, abrigándose mientras se ponía de pie para salir del lugar, queriendo despejarse porque se sentía extraño y perdido y triste.

Se sentía demasiado triste y quería llorar, pero no sabía por qué.

Aunque no fue una buena idea salir, por supuesto.

―Mami.

Se volteó, viendo a Nieves, delgada y pálida, sentada alrededor del fuego que mantenían encendido en todo momento para poder tener algo de calor durante las comidas. Su sonrisa, por supuesto, era hermosa, era feliz, contenta, y llena de un infinito amor que algo pareció romperse en su interior.

―¿Qué ocurre, mi vida? ―preguntó Nieves, ajeno a él y sosteniendo en sus brazos a Romualdo.

El pequeño también estaba feliz, sonriendo, mientras sus manitos se cerraban alrededor de la ropa de Nieves y frotaba su cabecita contra el cuello de su mamá.

Se vio a sí mismo catorce años atrás, sosteniendo a Owen contra su pecho. El bebé le sonreía, mostrando sus dientecitos en crecimiento, queriendo ser impregnado por su aroma, y el dolor en su corazón estalló otra vez.

―Te estanieeeeee muuuuuchioooooo ―canturreó Romualdo, antes de comenzar a reír cuando Nieves le hizo cosquillas en el estómago.

Vegetta tropezó, con sus ojos llenos de lágrimas.

Nieves se volteó ante el ruido repentino, pero Vegetta se obligó a bajar la vista, fingiendo estar recogiendo algo para poder limpiar su rostro. No podía quebrarse, no podía derrumbarse frente al mundo, no podía permitirse que todos supieran que, en el fondo, a pesar de que no necesitara a un alfa, si necesitaba a su bebé en sus brazos, aunque hubieran pasado catorce años.

Vegetta tenía que seguir aguantando por mucho que doliera.

―Tío Vegettaaaaaaaaa ―llamó Romualdo.

Tragó el nudo en su garganta, levantando la vista para componer una sonrisa en su rostro.

―Hola Romualdo ―saludó, acercándose e inclinando su cabeza hacia Nieves―. Hola, Nieves.

La omega le observó en helado silencio.

―Deberían ir a dormir ―dijo Vegetta con amabilidad―, ya es tarde y–

―Estoy esperando a Rubius ―le interrumpió Nieves bruscamente, y le miró con rabia contenida en su rostro―. ¿Tú también lo esperas, Vegetta?

Bajó la vista otra vez.

Yuanfen ║FooligettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora