Este es un extra muy cortito y con algo de humor. Se sitúa cuando Vegetta estaba esperando a los trillizos.
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Vegetta tenía cuatro meses de embarazo y un bonito vientre hinchado, cuando recordó algo que Owen le dijo muchas semanas atrás.
Su hijo mayor estaba terminando de hacer sus tareas en el instante en que tocó la puerta, y Owen levantó la vista de su cuaderno, sonriendo al ver a su mamá bajo el marco de ésta, luciendo tan bonito con ese vientre abultado.
―¿Pasa algo, mamá? ―preguntó, olisqueando las feromonas maternas.
―¿Estás muy ocupado? ―contestó Vegetta, entrando para sentarse en la cama.
―No, ¿quieres hacer algo? ―dijo Owen, su tono volviéndose alegre porque llevaba mucho sin algo de tiempo con su mamá. Entre estar con Kaled y Lucas, y que su papá solía robarse a Vegetta...
No había que malinterpretarlo, tampoco: Owen estaba muy feliz de que sus padres pudieran recuperar todo ese tiempo perdido, y Vegetta se preocupaba un montón de él también. Los primeros días, mamá iba a dejarle y buscarle al colegio en el auto, esperándolo fuera y llamando por él como si tuviera cinco años, casi queriendo que Owen corriera a sus brazos. En esos instantes sentía sus mejillas coloreadas de rojo por la vergüenza, pero decidía no decirle nada porque no quería herir sus sentimientos, comprendiendo que era su instinto natural en ese instante.
Sólo que, las últimas semanas, fueron un poco ajetreadas para todos ellos, pues Vegetta tuvo que ir a hacerse exámenes a la clínica, Kaled estuvo en celo, Foolish debió cumplir con turnos de noche en el hospital... Sus tiempos con mamá se acortaron mucho.
―¡Mira lo que compré! ―saltó Vegetta, tomándole la mano, y Owen se dejó llevar por el adulto, preocupado de que no se esforzara demasiado por los meses en cinta que tenía. Sólo tenía cuatro meses, pero llevar tres bebés... Owen no sabía cómo lo hacía.
Vegetta salió de casa y Owen no tenía idea qué quería mostrarle mamá, menos cuando se dirigió al garaje.
Contempló, atónito, la bicicleta que tenía una cinta encima.
―¡Sí! ―su mamá parecía a punto de saltar, entusiasmado―. ¿No recuerdas que me dijiste que debía enseñarte a andar en bicicleta? ―continuó Vegetta―. ¡Lo recordé durante la semana! Entonces pensé que podríamos aprovechar que... ―el tono del mayor se fue apagando al notar el rostro en blanco de Owen―. No te gustó ―afirmó de pronto, tímido.
―¿Qué? ―Owen se sobresaltó―. No mamá, no pasa...
―Sólo pensé que... Oh, supongo que ya no quieres aprender a andar en bici ―prosiguió Vegetta, su rostro avergonzado, pareciendo encogerse un poco―, ya estás grande y esto no es tan útil, ¿cierto?
