Capítulo 6

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— Si necesitas algo, sólo avísame. Estaré aquí al lado.

Morgan había guiado a Emily hasta uno de los dormitorios de la casa, el único que había acondicionado además del dormitorio principal en previsión de que alguna de sus hermanas o su madre lo visitaran. En realidad, nadie lo había utilizado nunca. Normalmente era Morgan el que se desplazaba a Chicago para verlas.

Emily dejó su bolso de viaje junto a los pies de la cama. Se sentía extraña a pesar de que a lo largo de su vida había estado en más lugares de los que podía recordar. El dormitorio era amplio para no ser el principal. Había una puerta corredera que daba a una terraza y que permitiría la entrada de mucha luz natural durante el día. Por lo demás, tenía los muebles imprescindibles. Todos restaurados, como en el resto de la casa.

— Sólo necesito dormir, gracias...— Dijo Emily con voz cansada— Y tú también. Siento causarte tantas molestias.

Derek, que por pura discreción, no había traspasado el umbral de la puerta, alzó un poco la mano.

— No es ninguna molestia. Me quedo más tranquilo si duermes aquí esta noche. Mañana a primera hora llamaremos a la grúa para que lleve el coche al taller, y pasaremos por tu casa para que te cambies antes de ir al trabajo.

Emily ya estaba extenuada sólo de escucharlo. No habría forma de que llegaran temprano a la oficina.

— Oye, si no te importa, prefiero que no les cuentes nada. Empezarán a hacer preguntas...

Derek se echó a reír en voz baja.

— No quieres que se enteren de que tu coche estaba aparcado frente a mi casa, ¿no?

Emily notó el calor en sus mejillas, y se mordió el labio inferior con fuerza muy consciente de que tanto secretismo, resultaba más delatador que si simplemente hubiera compartido con el resto su cena con Morgan como algo natural entre amigos.

— Algo así...

Morgan, por su parte, no tenía intención alguna de agobiarla. Bastante abrumada se sentía ya por todo lo que había sucedido.

— Está bien. No hay problema— Sonrió y le dirigió una última mirada amistosa antes de despedirse— Buenas noches, que descanses.

— Hasta mañana— Respondió ella.

En cuanto Morgan cerró la puerta, Emily rebuscó en su bolso un pijama para cambiarse, y sólo unos minutos después ya estaba metida en la cama. Poco después, escuchó a Morgan en la habitación contigua yendo de un lado a otro, y antes de que pudiera darse cuenta, se quedó dormida.

Derek, por su parte, no podía conciliar el sueño. Era ya de madrugada y, lo normal es que hubiera caído en la cama rendido. Sin embargo, allí estaba él, acostado boca arriba, mirando el techo, y recordando cada palabra de la conversación que había mantenido con Emily. No sabía si había servido de ayuda. ¿Habían solucionado algo? ¿O quizás no había nada que solucionar? Tal vez sólo le gustaba la compañía de Emily. Tal vez sólo necesitaba cerciorarse de que su presencia era real. Que su regreso no era un sueño, y que su pesadilla había terminado.

Desde su habitación tenía acceso a la misma terraza que había visto Emily en el dormitorio de invitados. En realidad, recorría toda la parte de la fachada que daba al jardín trasero de la propiedad, justo encima del porche donde habían cenado. En vista de que no podía dormir, Morgan salió a respirar un poco de aire nocturno esperando que le entrara el sueño.

Pero no funcionó. Así que finalmente salió del dormitorio, y bajó las escaleras que daban a la planta inferior. Se distrajo recogiendo los platos y vasos que habían quedado abandonados en el porche y los puso en el lavavajillas. Luego, salió a la calle y, aprovechando que estaba a solas, examinó con más detalle los daños en el vehículo. No se habían percatado en un principio, pero también le habían roto uno de los faros delanteros. Tomó fotos de todo y comprobó si la cámara que había instalado recientemente sobre la puerta principal había grabado algo. Como temía, no sirvió de mucho. Sí que captaba la calle, pero el coche había quedado oculto tras los árboles que había en la entrada. De todas formas, pasó las imágenes a toda velocidad, y aunque en un momento pudo ver una figura vestida de negro junto a la acera, todo estaba demasiado oscuro como para deducir absolutamente nada. Lo único que podía asegurar con certeza, era la hora. Alrededor de las diez de la noche.

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