Capítulo 23

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— ¡Murphy! ¡¿Qué estás haciendo?!— Chilló Emily mientras luchaba por zafarse del agente.

Miró a su alrededor, sólo para darse cuenta de que no había nadie más por allí.

— Lo sabía...— Susurró Murphy en su oído— En el fondo siempre supe que eras esa clase de mujer. Es esto lo que querías, ¿no?...

Emily no entendía absolutamente nada. Murphy, en general, siempre le había parecido un hombre bastante desagradable, pero no violento. Daba la impresión de que había perdido completamente el juicio.

— ¡Suéltame!— Le ordenó ella.

Al empujarla contra la pared, se había golpeado el hombro, y comenzaba a dolerle como el infierno.

— ¿Soltarte?— Murphy sonrió. Aquello le estaba resultando francamente divertido— Ya puedes admitir que esto te gusta... — Continuó aumentando la presión sobre ella— Estamos solos, no tienes que fingir...

Y en ese momento, Emily de algún modo, logró colocarse en la posición correcta para propinarle, con todas sus fuerzas, un rodillazo en la entrepierna que hizo que Murphy saltara hacia atrás con un alarido.

— ¿Te has vuelto loca?— Gritó Murphy— ¡Dijiste que te gustaba esto!

Casi sin aliento, Emily le apuntó con el dedo índice, advirtiéndole que no se le ocurriera acercarse a ella. Al mismo tiempo, su mente trataba de comprender qué estaba pasando.

— ¡¿De qué demonios estás hablando?!— Le increpó.

Murphy la miró, perplejo. ¿A qué creía que estaba jugando?

— ¡De tus mensajes!

La respuesta de Murphy le aclaró lo mismo que si le hubiera hablado en un idioma que no conocía. Ni siquiera tenía el teléfono de Murphy entre sus contactos.

— ¡¿Mensajes?! ¡Por el amor de Dios, Murphy!— Exclamó Emily aún jadeante— ¡¿Qué mensajes?!

Murphy comenzó a dudar si Emily seguía jugando con él, o como afirmaba, no sabía a qué se refería.

— ¡Los mensajes que me enviaste! ¡Dijiste que esto te excitaba!

Emily estaba estupefacta. ¿Realmente Murphy hablaba en serio?

— ¡¿Esto?!— Lo cuestionó boquiabierta— ¡¿Crees que me excita que me golpeen contra una pared?! ¡¿Qué coño has fumado?!

¿Golpearla? Murphy la miró como si tuviera ante sí a un habitante de otro planeta, se suponía que debía gustarle, no aterrorizarla.

— No iba a pegarte... Sólo iba... — Murphy vaciló— ¡Dijiste que te iban estos juegos! ¡Ya sabes! El cuero, los látigos y todo eso...— Añadió balbuceante.

Aquello era lo último que le faltaba a Emily por escuchar para culminar el horror de mañana que llevaba, que la acusaran de sadomasoquista.

— Te lo repito una vez más, Murphy— Ladró Emily. Sus ojos prácticamente se salían de las órbitas y tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no estrangularlo allí mismo— Yo jamás te he dicho nada de eso... Y jamás te he enviado mensajes de ningún tipo...

Ni hablar, se dijo Murphy, no iba a dejar que ahora se echara atrás sólo porque se había arrepentido. Y podía demostrarlo. Saco su teléfono móvil del bolsillo interior de su chaqueta, y dio un paso hacia ella.

— Como me toques de nuevo te juro...— Lo amenazó Emily volviendo a apuntarle con el dedo.

— No voy a tocarte...— Replicó Murphy, enfurruñado. Comenzaba a considerar la posibilidad de que hubiera sido víctima de una broma de mal gusto. Buscó entre sus mensajes, los mensajes que sin duda probarían lo que estaba afirmando, pero para su estupefacción, se habían esfumado— No puede ser... Es imposible... — Murmuró. Alzó la vista hacia Emily, que lo miró exasperada— Estaban aquí.... Han desaparecido— Añadió con incredulidad.

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