Escuela de detectives (Dazai x Reader)

¿Bomba? Parte 2

Yūzuki inició esa pequeña conversación para ganar tiempo y recuperarse del ataque de Atsushi, que le había dado de pleno. Aunque ahora podía continuar atacando, seguía estando físicamente más débil que antes. Pero también sería más precavida. Debido a que había sentido de primera mano las consecuencias de tratar a Dazai como un chico cualquiera. Ahora sabía que lidiar con él sería complicado. Pero no solo había que preocuparse por él, sino también por el resto que habían podido leer sus intenciones y organizar un ataque con una sincronización perfecta. Tenían mucha experiencia trabajando juntos.

Miró al suelo como si estuviera buscando algo, hasta que su mirada se detuvo y una pequeña sonrisa se pintó en su cara. Eran un puñado de piedras. Después de ver eso, tomó la iniciativa del ataque de una manera muy eficaz; no podía permitirles coger las riendas de la situación como había pasado anteriormente. Yūzuki con una pequeña idea en mente de lo que iba a hacer, le pegó una patada al montón de piedras de manera que salieran volando hacia arriba. Haciendo una onda, empujó las piedras suspendidas en el aire, lanzándolas en la dirección en la que estaban los detectives, tan rápidas como si fueran balas.

Las piedras junto con una gran ráfaga de aire se acercaban amenazantes hacia ellos. Todos reaccionaron rápido, Dazai y Kunikida se apartaron y se escondieron detrás de unos contenedores enormes que estaban cerca para resguardarse del asedio. Mientras Atsushi echó un paso al frente y consiguió, gracias a su poder, coger las piedras y evitar salir herido, pero cuando apartó sus manos ella no estaba. Se había esfumado.

O eso pensó hasta que de pronto algo cayó del cielo encima de él, aplastándolo con fuerza. Pero más bien habría que decir que fue alguien quien cayó. Yūzuki se posaba sobre el aplastado Atsushi, hasta que con un paso largo y ligero se alejó.

-Esa es mi venganza por el puñetazo de antes, chico tigre

En realidad el objetivo de su ataque nunca fue herirlos con las piedras, era solo una distracción y de esa manera luego apuntar hacia suelo con la flauta para así impulsarse en vertical y con un poco de control atacarlo por sorpresa.

El golpe había cumplido su propósito, ahora el más ágil atacando debería estar más debilitado, o eso era lo que pensaba hasta que Atsushi, que estaba en pequeño hoyo en el suelo con la forma de su cuerpo que se había producido por el fuerte impacto, se levantó, un poco dolorido, pero sin perder la energía, cosa que la sorprendió. Era un chico fuerte y no tenía intenciones de rendirse.

Escondidos detrás del contenedor, Dazai dirigió rápidamente la mirada hacia Kunikida quien, con ese vistazo rápido, como si le hubiese leído los pensamientos, ya sabía lo que tenía que hacer. En la hoja de su libreta, que previamente había sacado durante el anterior ataque, escribió algo. Yūzuki no los veía, pero su intuición le decía que estaban tramando algo, así que se preparó rápidamente para la ofensiva. Ella se veía venir un ataque de Kunikida debido a que había sido el único que no había hecho nada. Y vio que no iba desencaminada cuando escuchó su voz gritando.

-¡Doppo Ginkaku, granada de humo!

Tras decir eso, la hoja de papel empezó a brillar hasta transformarse en lo que acababa de decir: una granada de humo. Lo que vino después sucedió especialmente rápido. Kunikida la cogió y la lanzó con potencia hacia donde estaba la chica. Yūzuki se sorprendió. Una granada de humo era inútil contra ella; las ondas que producía su flauta podían apartar el humo sin dificultades. Entonces, ¿por qué lo habían hecho? Pero daba igual, no podía permitirse perder el tiempo con preguntas, así que sacó y se apoyó el instrumento entre los labios para empezar a tocarlo. Pero algo se lo impidió. Algo tiraba de la flauta con mucha fuerza, siendo inútil la resistencia que ella estaba haciendo, finalmente consiguió arrebatársela a su dueña. Cuando la niebla que el humo había producido se disipó, pudo ver claramente lo que era: una pistola gancho que tenía agarrada con firmeza Kunikida entre las manos.