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Luego de estar un rato recorriendo el Palacio de Alhambra, los chicos querían ir a otro lugar que fuera menos aburrido.
Tenían dos opciones en mente; ir al parque o a un museo.
Los chicos que insistían en ir al Museo, eran Agustín y Rafael. Agustín quería visitar sí o sí uno de los museos de la ciudad, así que tuvimos que ir la mayoría hasta ese lugar con él.
No sé cuánto tiempo habremos estado exactamente ahí adentro, pero si se llegó a sentir cómo una eternidad.
Cierta parte del grupo se había separado temprano, después del almuerzo. Porque la idea de ir a pasar una tarde en el Museo, no les agradaba en lo absoluto. Así que junto a Bigliardi, se iban Blas, Andy, Agustín Della Corte, Felipe y Juani a recorrer un poco la ciudad mientras buscaban un lugar divertido. Y todavía lo más probable era qué anduvieran divagando en el centro de la cuidad, porque eran casi las diez de noche y no llegaban.
Lo cuál, mientras los demás estaban abajo esperándolos para cenar y tener una conversación entre ellos, a mí me daba tiempo suficiente para terminar de arreglar la habitación y hacer otras cosas.
Cómo esconder un gato.
Era una locura lo que estaba haciendo, sí.
Principalmente porque la habitación de un hotel no era un lugar para tener animales, pero dejarlo a la derivada en la noche, lastimado y cuándo estaba a punto de llover, me hacía sentir la peor persona del mundo.
Estaba casi finalizando el día, cuándo volvíamos al hotel con varios de los chicos;Agustín, Rafael, Diego, Esteban, Enzo, Matías y Francisco. Y junto a Esteban, habíamos encontrado al gatito maullando cerca de la esquina; era chiquito, blanco, al parecer tenía pocos meses de vida y una pata herida.
Probablemente también se estaba muriendo de hambre, sed y frío en ese rincón de dónde lo habíamos sacado. Y aunque Francisco me había dejado bastante en claro qué debía dejar ese gato en su lugar, no me había podido resistir a traerlo.
Intenté dejarlo cerca de la esquina, más o menos en dónde lo había encontrado, pero sentía que era un delito dejarlo abandonado en la calle.
Por eso lo cuidaría de cualquier forma, al menos por un par de días, hasta que este recuperado de la pata o pueda dejarlo en un lugar seguro.
—¿Se puede pasar?—oí a alguien golpear la puerta de la habitación, era Matías—
Solamente oír que era él, me producía una sensación extraña en el estómago. Incluso la conversación que había tenido en la madrugada con él fue extraña.
Él casi nunca me hablaba, a menos qué fuera para discutir, en ciertas ocasiones era gracioso verlo tan sacado de sus casillas. Por lo general era una persona amable y graciosa, con todos. O al menos se demostraba así con los chicos y el equipo de trabajo. También tenía un humor qué variaba bastante, y le gustaba llevarle la contraria a casi todo.
Y al parecer, por lo qué me dijo en la madrugada, todavía no estaba en su lista negra.
Estornudé.
Lo malo de esa situación, era qué tenía una alergia a la caspa de los animales. Y los antialérgicos, demoraban un rato en hacerme efecto.
—¿Te estás cambiando?—preguntó Matías, del otro lado de la puerta—
—No, ahora te abro la puerta.—le dije, mientras corría con el gato hacia el baño. Lo iba a dejar unos minutos encerrado, al menos hasta qué encontrará otro lugar para dejarlo—
—Podrías apurarte en abrir, no sé. Si no es mucha molestia. Y me querés dejar pasar a mí habitación.
Corrí a abrirle la puerta a Matías, cuándo el gato ya estaba encerrado en el baño.
Hace un rato le había podido dar un baño y curar la patita lastimada de atrás. Así que lo último qué me faltaba antes de dormir, era darle de comer.
—Al fin, querida.—dijo, cuándo me vió enfrente de la puerta— Pensé que me ibas a dejar toda la noche acá afuera esperando.
—Fueron unos segundos, no tarde casi nada en abrir.
Estornudé.
—¿Los chicos?—le pregunté, intentando entablar conversación—
—No sé, aún no han llegado.—se dirigió hasta el ropero, dónde comenzó a buscar algo— Pero están con Bigliardi, así que dudo que les suceda algo en la calle.
Antes de responderle, me tuve que detener para estornudar.
—¿Estás bien?—me preguntó, antes de cerrar las puertas del ropero—
Volví a estornudar.
—Sí.
Era una maldición ser alérgica a los animales, y tener debilidad por ellos.
—¿Vas a bañarte?—le pregunté, cuándo me acerqué al mismo tiempo que él al baño—
—¿No es obvio?—me dijo, ya que llevaba una toalla encima del hombro— Si me permitis, me gustaría entrar.
—Aún no lo he limpiado.
—¿Y?
—No vas a entrar a bañarte con el baño sucio. ¿O sí? —intenté sonar lo más tranquila posible, mientras buscaba alguna excusa coherente— Al menos dame unos minutos para arreglarlo.
Mentir definitivamente no era lo mío.
Pero si él quería entrar, primero debía sacar el gato para que no lo viera.
Él se rió.
Y entre mis nervios por el gato qué tenía atrás encerrado, se sumaron los nervios por escucharlo tan cerca de mí riéndose. Por un instante me olvidé de lo qué estaba haciendo y esa sensación extraña que tenía cuándo estaba cerca, volvía aparecer para incomodarme.
Era un sentimiento que conocía, que sabía a dónde quería ir. Pero qué no estaba dispuesta a admitir todavía.
—Dale, no me hagas reír. Salí de ahí.—me ordenó, haciéndome señas para qué me hiciera a un costado— Raja.
Negué.
—Quiero entrar, dale.—se quejó, cuándo me puse en su camino— No tengo ganas de boludear.
—Solamente necesito unos minutos.
—No me molesta el baño sucio.
—Pero a mí sí.
—Pero él que se va a entrar a bañar, hasta dónde sé, soy yo.
Cuándo él quiso cruzar por al lado mío, y notó como otra vez me ponía en su camino. Fue motivo suficiente para colmar la poca paciencia que tenía, e intentó entrar a toda costa por encima de mí al baño. Llegué en cuestión de segundos a estar acorralada por él en la puerta, porque era imposible detenerlo en el camino.
Toda la lucha que estábamos teniendo por el picaporte de la puerta, se detuvo en el preciso instante que algo se escuchó caer algo en el interior del baño.
Él no tardó nada en mirarme, y tuve que desviar mi mirada por un segundo.
—¿Qué fue eso?
—Seguramente sea el viento, la ventana estaba abierta.—le mentí— Por eso te digo que me dejes limpiar.
—Eso no fue el viento—aseguró, y se alejó unos centímetros de mí— Ahí hay alguien.
—¿Cómo va a ver alguien metido acá?
—¿Por qué no?—cuestionó— Por algo tenías la puerta de la habitación con llave.
¿En serio estaba insinuando que tenía un hombre metido en el baño?
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Uɴ Aᴍᴏʀ Pᴀsᴀᴊᴇʀᴏ - Mᴀᴛɪᴀs Rᴇᴄᴀʟᴛ
Genç KurguMatías Recalt, tenía que estar un par de meses fuera de su país por su trabajo. Lejos de su familia, amigos y de su novia, Malena. Lo cuál comenzaría a traerle conflictos internos a medida que va pasando el tiempo, y más al tener que convivir con la...