XIII

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——Que semana de mierda, por dios.

Completamente asombrada, me quedé a mitad de camino en el pasillo, cuándo lo oí hablar a Bayona.

Mira el director cómo dice malas palabras, eh.

Estaba saliendo justo de mí habitación, con cara de pocos amigos. Y aunque cruzó por al lado mío, me intento ignorar por completo.

Mejor para mí, me ahorraba de fingir amabilidad al momento de tratarlo.

—¿Cómo te sentís?—lo oí preguntar a Esteban, cuándo entraba a la habitación—

De inmediato pude ver qué el rubio estaba agachado al lado de la cama de Felipe, mientras esté se encontraba acostado y tosiendo. Con paños de agua en la frente también.

El ruido que hice al abrir la puerta, a pesar que no fue tanto, fue lo suficientemente llamativo para cautivar la atención de todos los chicos.

Alrededor de Felipe, estaba Matías, los tres Agustín, Enzo, Esteban, Blas, Simón y Juani.

Al parecer, me perdí de bastante en las horas que estuve afuera. Principalmente intentaba volver tarde, para no tener que cruzarme con nadie. Y al final, tenía que ver a casi todos.

Los chicos sabían que no les hablaba, que aún seguía enojada por lo del domingo. Y qué apenas sea viernes, me iba a ir.

Debería haberme ido ayer por la mañana, pero Francisco no tuvo mejor idea que contarle todo a mamá. Y mamá hasta el viernes, no estaba en la casa. Por lo cuál, todavía no podía irme.

Ninguno de los dos estaba alegre con esa noticia.

Esa misma mañana habíamos vuelto a discutir.

Principalmente porque yo me quería ir ese mismo día, y había conseguido con quién alojarme unos días en Argentina. Ni siquiera tenía pensado volver con mamá, pero él me había arruinado los planes.

Y a él tampoco le agradaba la idea.

Porque no era la casa de una amiga, prima, tía o conocida.

Sino qué era la casa de un chico.

Era un tipo de veintiséis años, que había vuelto a Argentina hace un par de semanas, sobre todo por su trabajo. Y no tenía ningún problema en ayudarme, con tal que yo le ayudará con los niños.

Anteriormente trabajaba para él, cuidando sus mellizos mientras él trabajaba por las tardes.

Su novia había muerto hace seis años, después del parto y unos meses antes de qué él terminará sus estudios.

A mí me caía bien, pero a Francisco no.

—La concha de tú hermana.—exclamó Juani, molesto— ¿Cómo me vas a estornudar el brazo?

Con asco, Juani intentó limpiarse con todo lo que podía el estornudo que había dejado Matías.

—Fue sin querer.—dijo Matías, y colocó su antebrazo cuándo fue a estornudar otra vez—

Felipe estaba en cama, al parecer resfriado y con fiebre.

Matías no era de ahora que estornudaba, lo había escuchado casi toda la mañana así. Y al parecer, iba a ser el siguiente en caer enfermo.

—Rafael, Rocca, Valentino y Tomás también están enfermos.—lo oí decir a Enzo, cómo si supiera lo que estaba pensando—

—Lo único bueno de todo esto es qué, tenemos una semanita de descanso.—con una sonrisa, Simón se desperezo—

Con razón traía ese malhumor Bayona, si se habían cancelado las grabaciones.

—¿Y vos dónde andabas?—lo oí preguntar a Esteban, cuándo fui a colgar mi cartera en la puerta del ropero—

Él estaba de ese lado, todavía a la altura de la cama.

Por un instante lo mire, porque me asombraba como se atrevían a hablarme y todavía querer saber lo que hacía.

—Es tarde, es lógico que quiera saber.—opino él, sin preocupación— Nunca salís sola.

—¿Quién dijo que salí sola?—con una sonrisa en el rostro, me atreví a hablar—

No salí con nadie.

Pase prácticamente toda la tarde sola, en una cafetería leyendo y tomando café.

Pero por un instante, noté como Matías se quedó perplejo al escucharme. Y a diferencia de él, que ahora estaba más serio que nunca, sentía las ganas de Simón y Juani de querer preguntar algo.

Seguramente le parezca absurdo que un chico haya salido con alguien tan egocéntrica y fea cómo yo.

Aunque, él llevaba desde ayer intentando disculparse por lo que había sucedido el fin de semana. Diciendo que el alcohol lo había hecho hacer estupideces, refiriéndose a la noche que durmió conmigo y qué él no pensaba eso de mí, esa mañana no era su intención decir esas cosas de mí.

Pero quería dejar en claro, que el no tenía ojos para otra persona que no fuera su novia.

Ni aunque tuviera ganas de estar con alguien, lo estaría. Porque el respeto en su relación era lo fundamental, y su novia confiaba plenamente en él mientras estaba trabajando en otro país.

Cada palabra que me había dicho ayer y también parte de hoy, me habían dolido. Me encantaba que fuera una persona fiel y leal, eso hablaba muy bien de él. Pero no era necesario ponerme cómo una idiota, para hacer resaltar a su novia.

Ni siquiera sabía si podía creer en esa excusa, y él lo sabía. Sabía que no lo iba a perdonar, que me iba el viernes y la culpa seguramente lo estaba matando.

Incluso cuándo intentó hablar otra vez conmigo por la mañana, me regaló un chocolate.

No quise aceptarlo, me costó hacerle entender qué no quería nada de él.

Ni siquiera una barra de chocolate.

No tenía por qué hacerlo, ni siquiera tenía porque preocuparse porque lo ignoraba. Al final ni siquiera éramos amigos.

—¿Saliste a una ciudad qué no conoces con un desconocido?—Pardella no contuvo la curiosidad, y se digno a preguntar—

—Por favor, no van a hablar de esto ahora.—opino Enzo, con cierto cansancio— No estamos acá para hablar de la vida ajena.

—¿Y quién va a cuidar de Felipe?—preguntó Berruti— No podemos estar toda la noche acá, haciendo guardia por si necesita algo.

—Es un resfriado solamente.

—Posiblemente se trate de una bacteria.—les respondió Esteban, levantándose— o un virus.

—¿Y sí es contagioso?—preguntó con cierta preocupación Juani, mientras se alejaba de Matías que volvía a estornudar— Ya son seis los enfermos en menos de veinticuatro horas.

—Cinco.—le corrigió Matías, molesto porque lo incluía en la lista—

—Siete.—le corrigió Juani— Francisco también está así desde la mañana. Y no quiere tomar ningún analgésico.

Es un resfriado.

No tenía porque preocuparme por él.

Francisco se sabía cuidar sólo.

—¿Saben lo qué puede significar esto sí se llega a expandir?—preguntó Esteban, acercándose a la salida de la habitación—

Ninguno de los presentes les respondió, así que esperamos a que siguiera hablando.

—Bayona nos va a obligar a estar en cuarentena, hasta no saber la razón de por qué todos se están enfermando.

Cuarentena.

Si de por sí no podíamos convivir bien con Felipe, Blas y Matías. No me quiero imaginar en una cuarentena, dónde debemos estar encerrados todo el día.

Uɴ Aᴍᴏʀ Pᴀsᴀᴊᴇʀᴏ - Mᴀᴛɪᴀs Rᴇᴄᴀʟᴛ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora