12-

166 24 28
                                    

────────•☆•────────

El territorio japonés me fascinó de todas las maneras existentes. La charla que Imperio tuvo con Hirohito y sus hijos fue irrelevante para mí, creo que me enamoré por completo de aquellos paisajes. Nunca pude visitar a este país de forma turística y cuando lo vi más detalladamente, me percaté de la belleza que guardaba.

Mis ojos puestos en la ventana del automóvil no se quitaban de ahí por nada del mundo, el ruido tranquilo hipnotizó a mis oídos y el aire fresco podía entrar al vehículo sin dificultad. El clima nublado le daba el toque.

Solo me escape de la realidad.

No le preste atención a mi entorno, nada alrededor mío me interesaba más que aquel paisaje. Sin embargo, mi tranquilidad fue interrumpida por un aura, un aura que yo ya reconozco.

Sé cómo me mira cuando me distraigo, lo conozco. Ni siquiera volteé, no había necesidad de prestarle atención. Tampoco sé si se enojo, el cuál no debería, pero es un ser que cualquier cosa puede hacerlo enojar.

Aquella plática, la cuál ignore durante un tercio de camino, regresó hasta mis oídos, dejando de ignorarla y con ende, dejando mi ambiente tranquilo. Subjetivamente era una charla aburrida ahora que lo pienso mejor, solamente la familia japonesa contando todo lo que sucedió a la ausencia de Imperio.

Ahora sí, volteé, sin ser tan descarado. Ninguna mirada de Imperio, uff, me evite intercambio de miradas incómodas. Él veía a su par de hijos, no a mí, quizá. Los observé en discreción por un corto lapso de tiempo, y nuevamente fui interrumpido por una grave voz.

—Y bien, Reino Italiano, ¿cómo se encuentra el presidente de su república? - En cuanto me preguntó mis ojos se posaron en el retrovisor del vehículo, chocando con los de Hirohito, quién me miraba esperando respuesta.

—Debo admitir que estos últimos dos años he ido pocas veces a mi país natal. - Concedí un leve suspiro, reflexionar sobre la falta de mi presencia hacia la nación no es fácil. —Sin embargo, cada vez que dialogo con él se le nota más emocionado por el ascenso del fascismo en el mundo. - Agregué buscando no tensar demasiado la plática.

—Es verdad lo que menciona. ¿No le afecta la desconexión que tiene con su región? - Me preguntó, ya al momento la familia Japonesa estaba en silencio escuchando nuestra plática. —Y más importante aún, ¿no tiene algún inconveniente con su muchacho?

Mi niño, mi muchacho, mi Italia.

Siempre he deseado lo mejor para él, pero estos años arruiné nuestra relación padre e hijo y con tan solo recordarlo, me duele; me duele saber que no he podido estar con él, me duele saber que no he estado ahí para él, me duele ser tan mal padre.

De repente un nudo se creó en mi garganta. Quería soltar toda el agua que me estaba dejando ciegos los ojos, pero no podía, así que tuve que guardar mis lágrimas en un cajón para que cuando llegué la noche, se las pueda regalar a la luna.

—Italia está en la adolescencia, sé que debo de estar ahí para él, pero mi trabajo me lo impide. Le he recordado en qué posición estamos, sin embargo un conflicto como este no es fácil para alguien de su edad, así que lo apoyo en lo que pueda.

Yo solo quería terminar esa conversación, pero Hirohito no cooperaba. Solamente un milagro podía hacer callar al dictador, y lo bueno es que llegó más rápido de lo que esperé.

—Oiga, Señor. - Su voz, más fría que antes, se había posicionado en el ambiente del vehículo. —Mi colega está cansado, no logró dormir bien en el avión y lo último que desea es que le pregunte cosas que no es de su incumbencia.

𝘈 𝘭𝘪𝘦 𝘪𝘯 𝘭𝘰𝘷𝘦 | Countryhumans Donde viven las historias. Descúbrelo ahora