Enzo, con cuidado, me cargó en sus brazos, esquivando la multitud del boliche. La noche, que antes estaba llena de euforia, ahora se volvía un borrón difuso. Sentí el viento fresco mientras nos dirigíamos hacia el taxi.
—Descuida, te llevaré a casa —dijo Enzo con voz tranquilizadora, notando mi estado de embriaguez.
El trayecto en taxi fue una sucesión de luces borrosas y sonidos lejanos. Mis pensamientos se mezclaban con la sensación de mareo. Al llegar a mi casa, Enzo pagó al taxista y me llevó con suavidad hasta la puerta.
—¿Puedes abrir? —preguntó Enzo, sosteniéndome con delicadeza.
Con esfuerzo, saqué las llaves y abrí la puerta. Entramos, y Enzo me condujo hacia el sofá. La habitación giraba a mi alrededor, y sentí alivio al sentarme.
—Gracias, Enzo. No sé qué me pasó esta noche —murmuré, sintiendo la necesidad de disculparme por arruinar la fiesta.
—No te preocupes, Mara. Las noches pueden ser impredecibles. Lo importante es que estés bien chiquita —respondió Enzo con amabilidad.
El silencio se apoderó de la habitación por un momento. Me sentí agradecida por tener a alguien como Enzo en ese momento. Su preocupación genuina me reconfortaba.
—¿Enzo? —murmuré, sintiendo la necesidad de expresar lo que estaba pensando.
Él se sentó a mi lado en el sofá, mirándome con preocupación.
—Matías es un boludo, gracias por estar aca. Me salvaste jaja.
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Enzo sonrió, acariciando suavemente mi mejilla. —Mara, mereces a alguien que te trate con respeto y te valore. Alguien mayor, y menos inmaduro.
Su respuesta me hizo sentir segura y apreciada. Pero al mismo tiempo me confundió.
—Anda con cuidado en las fiestas, Mara. No quiero que nada malo te pase—me dijo Enzo con el ceño fruncido.
En un silencio compartido, Enzo y yo nos miramos fijamente desde el sofá. Sin palabras, la conexión entre nosotros se intensificó hasta que Enzo, incapaz de contenerse, se inclinó hacia mí, encerrándome entre sus fuertes hombros.
En ese instante, el deseo creció, y mis labios buscaron los suyos.
Nuestros labios se encontraron tímidamente al principio, explorando esa conexión recién descubierta. La ternura inicial dio paso a una pasión creciente.
—Enzo... —susurré, sintiéndome un tanto abrumada por la intensidad del momento.
Él respondió con un suave "shh" antes de intensificar fuertemente el beso, como si hubiera esperado este momento durante mucho tiempo. Sentí cómo su aliento agitado se entrelazaba con el mío, y, de repente, su mano se posó en mi nuca agresivamente, cortándome un poco la respiración de una manera que me hizo sentir necesitada de él.
La atmósfera en la sala se volvió eléctrica, como si el universo hubiera estado conspirando para unirnos en ese preciso instante. Las manos de Enzo acariciaban mi espalda con desesperación uniendo mí pecho hacía el suyo, creando una sensación de calor que trascendía el simple acto de un beso.
Mientras buscaba más que mis labios sentí como su miembro crecía con dureza apoyado en mí entrepierna, sentí una electricidad recorrer mí cuerpo entero. El estaba muy agitado, más que yo. Encima de mí pequeño cuerpo el quería cobrar más que solo un beso, pude notarlo en sus ojos.
—Mara eres tan pequeña que podría...—Enzo quería seguir pero lo interrumpí seriamente.
—Enzo... esto no puede ser correcto —murmuré, apartandolo ligeramente de mí, sintiendo la necesidad de abordar la realidad. Aunque el se pegaba más hacía a mí.
Él me miró con una expresión intensa, como si intentara descifrar mis pensamientos. Mis palabras parecían flotar en el aire tenso.
—Mara, no me importa la diferencia de edad. Mis ganas de vos, es algo que va más allá de eso—respondió Enzo, su voz firme pero llena de convicción.
Intenté esbozar una sonrisa, pero la preocupación se reflejaba en mis ojos. -Enzo, tienes 11 años más que yo. Deberías encontrar a alguien de tu edad, no a una chica joven y tonta como yo. Y yo no tengo tanta experiencia en estas cosas.
Él negó con la cabeza, con determinación en sus ojos. —No me importa la edad, Mara. Me importas vos, desde la primera vez que te ví en el casting... Tus curvas, te ví tan chiquita pero al mismo tiempo poderosa y segura de vos misma—Enzo no podía dejar de mirar mis labios, queriendo deborarlos.
La sinceridad en sus palabras resonó en la habitación, pero la brecha generacional pesaba en mi mente. Aunque me atraía su pasión y conexión, lidiar con la diferencia de edad parecía un obstáculo insuperable.
—Enzo, lo siento, pero... —comencé a decir, buscando las palabras adecuadas.
—No te preocupes por eso ahora. Dejemos que el tiempo nos muestre el camino, ¿sí?—dijo Enzo, acercándose nuevamente con una mirada de esperanza en sus ojos.