02-Bebé mimado

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Noeul sonreía radiantemente mientras recorría el mercado de la mano con su esposo y ambos rodeados de muchos guardias, los mismos lucían feroces por lo que las personas temían acercarse mucho a su alrededor.

El emperador rubio sonrió un poco al ver la hermosa sonrisa de su dulce emperatriz, a la mayoría de las personas todavía les parecía surrealista que su frío y serio emperador sonriera tan a menudo estando con el lindo chico de hebras azabache.

Algunos incluso podían afirmar en su interior que el emperador solo sonreía estando al lado de la emperatriz.

Volviendo a la pareja, ambos se encontraban felizmente caminando por el extenso terreno del mercado, miraban las tiendas sin lucir particularmente interesados en nada concreto, esto cambió en cuanto Noeul fijó su vista en una tienda de ropa y telas.

— ¡Vamos allí! —exclamó Eul mientras arrastraba al rubio hasta el interior de la tienda.

El interior del lugar era bonito, predominaban los colores blancos y dorados creando un ambiente elegante sin ser ostentoso.

Al entrar a la tienda enseguida una joven chica los recibió con una sonrisa cortés llena de adulación, la chica vestía un hanbok viejo de color rosado claro junto a unos delgados zapatos de cuero marrón.

— ¡Larga vida al emperador y la emperatriz! ¡Mil años de vida! —se escuchó el respetuoso saludo de todos en la tienda, la pareja respondió con un asentimiento y miraron la ropa.

— ¿Qué podrán estar buscando el señor emperador y la señora emperatriz? Dígame y le ayudaré a probarlo. —la chica era cortés y humilde, una pequeña sonrisa siempre colgaba de su rostro dando la ilusión de ser amable.

— Quiero ver sus mejores prendas. —exigió el emperador, la ropa exhibida no lo satisfacía, ¿cómo podían estas prendas simples y feas resaltar la belleza de su bebé? Eul definitivamente luciría bien en todo lo que usará, pero Boss quería darle solo lo mejor de todo.

— ¡Enseguida! —la chica tembló mientras hacía señas a los trabajadores para que trajeran las mejores telas y prendas, las más hermosas y caras.

En pocos minutos las mejores telas y prendas se encontraban frente a la pareja, había telas de muchos colores y prendas exquisitamente hechas.

Noeul se sentía muy atraído hacia las telas de colores suaves o telas de colores muy llamativos, las prendas que traían los trabajadores si eran bonitas, pero había algunas con decoraciones poco atractivas.

Hizo un puchero, volteó a mirar a su marido con ruejo en sus ojos de bambi, Boss se rio bajito y fue hacia su emperatriz.

— Ayúdame a decidir cuál llevar. —pidió Eul mientras tomaba algunas telas que le gustaban, las lució para su esposo con una sonrisita.

Boss sonrió mientras admiraba la figura de su esposa probando las telas contra su cuerpo una a una, el pelinegro portaba una sonrisa radiante que hacía picar el corazón del emperador.

El rubio sentía como su corazón latía un poco más rápido en su pecho, también sentía como si una mota de algodón lo estuviera acariciando, se sentía extremadamente suave en su interior.

Ah, amaba tanto a su Noeulie.

— Todas lucen bien en ti, ya te he dicho que cualquier cosa que uses te queda excelente amor. —Noeul hizo un puchero que Boss besó con ternura.

— No me ayudas. —Aun así el pelinegro eligió algunas telas bonitas y se las entregó al asistente que venía con ellos, era básicamente el jefe de la servidumbre en el palacio y siempre les acompañaba a comprar.

El hombre era de casi sesenta años, de cabello canoso, pero contextura fuerte, llevaba trabajando para la familia real poco más de cuarenta años.

La emperatriz sonreía mientras elegía cada prenda que le gustaba, alrededor de la tienda se habían reunido algunos transeúntes para ver con sus propios ojos qué compraba la emperatriz.

Todos se sorprendieron al ver las caras telas y prendas que llevaba, la mayoría estaban seguros de que no podrían pagar al menos una de esas ropas aún trabajando por media vida.

Boss notó la indiscreta mirada del pueblo y estaba algo harto de que siempre que salían había alguien observando con envidia o anhelo a su dulce bebé; su ceño se frunció con molestia.

Noeul notó la molestia de su esposo y pensó que era por el gran gasto que estaba realizando en ropa, tomó la esquina de su manga y lo miró con arrepentimiento.

— Puedo devolver las cosas si quieres, perdón por gastar tanto. —susurró bajito, aun así Boss pudo escuchar las disculpas de su esposa, se confundió.

Después de unos segundos reflexionando el emperador entendió la situación, probablemente su Noeul pensaba que su enojo era causado gracias al gasto en ropa.

— ¿Qué dices bebé? Compra lo que desees, es un gran placer para mí darte lo que quieres y necesitas, me hace sentir completo ver tu sonrisa bonita mientras te pruebas ropa para mí, no te disculpes. —Noeul pareció dudar por unos minutos, pero al ver la amable sonrisa de su esposo y su mirada llena de seriedad se convenció.

— Gracias, esposo. —Eul le sonrió al emperador, Boss sintió su corazón latir con fuerza dentro de su pecho.

Todas las personas fuera no podían verlo, pero los trabajadores de la tienda si podían, todos quedaron asombrados al ver como las mejillas de su frío y sanguinario emperador estaban cubiertas por un tierno sonrojo.

El emperador se había sonrojado, parecía tener dos fresitas en sus mejillas.

— ¡Oh! Bubu se sonrojó, te ves muy tierno. —Noeul rió alegremente, con su burla, las mejillas del emperador se pusieron más rojas pero su ceño se frunció un poco.

— No es cierto. —dijo, pero sonrió al admirar la hermosa risa de su bella esposa, plantó un beso en su mejilla y después ambos compartieron un tierno beso en los labios.

El rubio tomó las mejillas de su bebé mientras Noeul se agarraba a la cintura de su esposo, el pequeño pelinegro se sonrojó.

Al separarse ambos se tomaron de las manos mientras miraban a otro lado, parecían muy tímidos. Los trabajadores no hicieron más que suspirar, el matrimonio de los gobernantes parecía tan inocente.

Deseaban algo así.

En cuanto la pareja compró las prendas y telas elegidas, se montaron en su majestuoso carruaje real y se fueron, aún con un pequeño sonrojo en sus mejillas.

Los transeúntes fuera de la tienda, que no sabían lo que había sucedido en el interior exactamente solo pudieron pensar una cosa: la emperatriz era como un bebé mimado.

La Esposa del Emperador // BossnoeulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora