11 - Pequeños celos

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El emperador Chaikamon últimamente se encontraba de mal humor, todos lo sabían, pero desconocían por completo la razón de su descontento.

Todos en la corte temblaban al ver su repentino arrebato de enojo, parecía querer descargar su ira con cada mínimo error que cometían los diferentes cortesanos y ministros.

Los sirvientes se sentían desconcertados al ver a su gobernante repentinamente melancólico, mirando al techo o el suelo en un estado de desconcierto, parecía un poco triste.

La mayoría de las personas se habían dado cuenta de este extraño fenómeno, todos, excepto la emperatriz, que parecía ni siquiera sospechar el estado de su esposo. Con esto, todos asumieron, este estado de ánimo extraño se debía seguramente a la emperatriz.

Los rumores habían comenzado a circular, pero la pareja no parecía notarlo ni escucharlo.

La realidad demostró que los rumores no estaban lejos de la verdad, Boss estaba enojado, y si que tenía que ver con su amada emperatriz, pero no estaba enojado con su bebé, aunque más que enojado, estaba muy celoso.

Dos meses completos habían pasado desde que recogieron al pequeño husky, el cachorro era adorable y pegajoso, con ambos, pero tenía una especial fijación con su esposa y Noeul amaba corresponder su entusiasmo con caricias, premios o paseos de solo ellos dos.

Esto tenía al emperador muy celoso, hace un tiempo que ambos no vagaban por el pueblo, extrañaba disfrutar a solas con su bebé de la prospera apariencia de la capital.

Sí, tenía celos de un cachorro.

— ¡No corras, Azai! —Boss suspiró al ver como su esposa perseguía alegremente al cachorro por todo el estudio, el pequeño husky ignoraba su llamado mientras se acercaba a sus piernas.

El rubio no pudo evitar acariciar su peluda cabeza, una sonrisa suave surcó sus labios antes de mirar a Noeul, que ahora finalmente tenía al perro en sus brazos. El pelinegro pareció darse cuenta de dónde estaba y se sonrojó, mirando a su esposo con disculpas brillando en sus ojos oscuros.

— Lo siento, amor. Azai no quería bañarse y salió corriendo, no sé como termine aquí, perdón si interrumpo tus tareas. —Boss le sonrió mientras disfrutaba en silencio de las bonitas mejillas sonrojadas de su bebé.

— No te preocupes, Noeulie. —le restó importancia con un gesto. El pelinegro pareció pensar algo y sus sonrojó aumentó, miró al rubio con los ojos llenos de expectativas.

— Entonces, ¿puedo pedirte algo? Es algo muy pequeño. —hizo un gesto con la mano, afirmando lo pequeño que era, una sonrisa tímida en su rostro inocente, Boss amó esta mirada y su linda carita.

— Sabes que si amor, lo que quieras, así se hará. —dijo mientras leía unos papeles, aunque en su mente no entraba nada de la información, igual siguió leyendo y firmando lo que debía firmarse.

Al escuchar sus palabras Noeul se emocionó, tomó al cachorro en sus brazos y le sonrió en grande a su esposo, Azai estaba un poco incómodo por el agarre de su dueño por lo que emitió un gemido lastimoso, haciendo que el pelinegro decidiera aligerar su agarre.

Con una sonrisa y sus ojos brillando de alegría, Noeul decidió contarle de su plan a su marido.

— ¿Podemos ir a dar un paseo por la capital? Los tres. —pidió con voz suave y mimada, haciendole ojos de perrito abandonado al rubio, rogando con la mirada llena de estrellas que aceptara la propuesta.

Boss nunca había podido resistirse a esa mirada, hoy tampoco fue la excepción, suspiró con resignación mientras dejaba los papeles a un lado, asintió.

— Sí, vamos. —Noeul sonrió, salió rápidamente a preparar dinero y algunos guardias que los acompañaran, también preparó un carruaje que los llevara hasta el centro del pueblo, desde allí irían caminando los tres.

El emperador se sorprendió al ver lo rápido que actuaba, solo río al sentarse junto a su amada esposa en el carruaje real, en medio de ambos estaba el pequeño cachorro mirando todo con emoción y curiosidad.

— Azai, no muerdas eso. —regañó el azabache al ver al husky morder la alfombra con sus dientes, el perro hizo caso y volvió al lado de sus amos a recibir caricias.

Boss cada día encontraba más adorable al pequeño cachorro.

(...)

Todos miraron con curiosidad y sorpresa a sus gobernantes caminar por las calles con un perro, Noeul cargaba en sus brazos al cachorro mientras este intentaba escapar y correr, la gente se preguntaba como habían acabado teniendo un cachorro y además tan bien cuidado.

Se podía ver que el cachorro llevaba una buena vida, pelaje lustroso y limpio, si te acercabas lo suficiente podías oler el aroma a vainilla, sus garras bien cortadas y sus ojos brillantes y alegres. Muy tierno.

Ahora no sólo sentían envidia por la emperatriz, sino por su mascota.

Como siempre, la emperatriz se encontraba radiante, gracias al frío vestía una capa de zorro blanco, bajo ella una túnica azul decorada con nubes blancas y plateadas, en su cuello una gargantilla negra y en su cabello azabache una horquilla de oro y plata con incrustaciones pequeñas de lapislázuli.

Boss se vistió parecido, una túnica blanca con nubes azules de diferentes tonos, lo hacía ver elegante y altivo, también un poco frío, apropiado para él.

Todos notaron la leve sonrisa en su rostro al mirar como, al igual que el cachorro, Noeul miraba las tiendas con suma curiosidad, además de su mano acariciando al perro de vez en cuando.

La multitud no dejó de sorprenderse al ver al emperador comprar cosas para el perro y para su esposa, los tres estaban alegres recorriendo el mercado y comprando baratijas.

Boss sin darse cuenta olvidó los celos que le tenía al cachorro, estaba enternecido por sus ojos brillantes, parecidos a los de su amado.

Luego de un rato, el pelinegro se dio cuenta de las interacciones entre Azai y su esposo, hizo un puchero mientras lo miraba con tristeza.

— ¿No le estás dando mucha atención a Azai? —se quejó con un leve resentimiento, amaba ver la sonrisa de su Bubu, pero amaba más cuando solo se la dedicaba a él y exclusivamente a él. Pronto cayó en cuenta, sentía celos por el cachorro.

El rubio enseguida entendió las palabras de su emperatriz, se sintió un poco impotente ya que él sentía lo mismo hace poco, pero con esta salida había eliminado esos sentimientos absurdos. Noeul siguió mirando a su esposo con ese par de orbes brillantes, haciendo que Boss sintiera su corazón latir con fuerza en su pecho.

— Sabes que siempre tendrás toda mi atención, lucero, mis ojos aman verte y mi ser no puede pasar un solo día sin admirarte. —pronunció con suma sinceridad, amaba tanto a su pequeño que las palabras empalagosas que tanto odiaba antes son las que brotan con naturalidad de sus labios y adora decir.

Noeul sintió sus mejillas sonrojarse con violencia, su cara ardía por la timidez y su corazón latía desembocado en su pecho.

— ¡Hmm! —con esa exclamación la emperatriz se fue caminando con una cara roja como tomate.

El rubio lo alcanzó entre risas divertidas y llenas de amor, acarició el largo y negro cabello de su esposa y dio un beso en su mejilla.

— Deje esos pequeños celos de lado, mi amada emperatriz. —el azabache se sonrojó aún más, pero tomó la mano de su esposo y así ambos recorrieron el pueblo con un ambiente amoroso y un cachorro que pasaba de unos brazos a otros.

La Esposa del Emperador // BossnoeulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora