Invierno

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En una esquina cercana a tu alma no cesa la lluvia dentro de un cuarto azul.

Es
invierno.

Los puntos cardinales de la habitación buscan refugio en ochenta de los lunares que adornan tu cuerpo, con el arte que grita el deseo de cada uno de ellos para que yo los cuente.

En el centro del lugar, tumbado en el suelo se encuentra un cuerpo ((el mío)), con latitud de 3°02'05'' con respecto al tuyo. Estas, mis manos temblorosas, sostienen un esfero y un papel amarillo para inmortalizarte a través de la palabra escrita, para dar cuenta de tu naturaleza
poética,
incomprendida,
imposible.

A través de esta mínima eterna distancia, un amargo reflejo de luna deja ver con claridad el humo de tu cigarro. Afortunado cigarro que rosa tus labios como quisieran los míos,
pero
1.000 milímetros más profundo,
deseo.

En la imposibilidad que implica la idea de tenerte de nuevo durante un lapso efímero y sempiterno, tu mirada que pide a gritos inaudibles el calor de mi cuerpo congelado me llega a través de una estrella fugaz.
Veo tus ojos,
con claridad,
descubro el secreto:
un deseo innegable de mí
y tres miedos que te reprimen.

En ese instante, cesa la lluvia. Es
pri
ma
ve
ra.
Y a veces otoño.

Pero el cuarto azul sigue siendo azul y una lágrima desea salir,
para convertirse en lluvia
y ser invierno de nuevo.

Todas las ausencias que me habitaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora