Capítulo 12: La vida de una mounstro

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En el fatídico día en el que la vida de mi hijo se apago dentro de mi vientre, me quedé recostada en el lodo mientras su sabor se adentraba en mi boca.

Yo no tenía fuerzas ni para levantar la cara.

Pensaba quedarme allí, negarme a comer y a beber agua y dejarme morir como un perro abandonado. 

Le tenía un increíble resentimiento a dios. Le reclamaba el haberme salvado la vida antes solo para dejarme conocer aún más dolor del que había experimentado hasta entonces. El darme conciencia solo para que entender ese dolor. El darme amor, solo para arrebatármelo.

Le prometí a Eugenia que viviría, pero ni siquiera estaba segura de que ella lo hubiera hecho.

Y lo peor de todo era el sutil anhelo en el fondo de la desesperanza, porque después de todo aquello, yo todavía quería ver a mi príncipe.

Aunque fuera solo una última vez.

Cuando la fría noche callo sobre el desolado valle, Cecilia vino hacia mí.

Tenía los ojos hinchados, la cara enrojecida y la voz se le cortaba entre sollozos. Cuando llego a mi lado, dijo:

—Lo siento, Maria. Pensé que mi hermano no te haría nada si lo sabía, no pensé que sería capaz... —las lágrimas se antepusieron a sus palabras —A su propio hijo. Oh mi pobre sobrino, no sabes como lo siento —. No dije nada, a mis ojos, Cecilia perdía el tiempo. Estaba hablando con un cadáver —¿Sabes? Él no siempre fue así. Cuando yo era pequeña, él era quien atendía la granja y me cuidaba.

"Mi mamá, ella siempre fue una mujer débil. Eventualmente, murió de una enfermedad que le imposibilitaba respirar. Y mi padre, él... era un hombre muy malo.

"Golpeaba a Gilbert hasta que los puños no le daban más, lo hacía trabajar sin descanso y lo insultaba muy duro.

"Gilbert lo soportaba todo, solo le pedía que por favor no me lastimara. 

"Pero, cuando tuve mi primera regla mi padre comenzó a decir que era tiempo de que yo sirviera como mujer y acepto dinero de un hombre para...

Ella hundió la cabeza, vencida por el peso de los recuerdos.

"Se repitió un par de veces más. Pero cuando el hombre me embarazó, Gilbert se enteró de todo y lo buscó para matarlo. Luego volvió a la granja e hizo lo mismo con nuestro padre.

"Al principio, pensé que todo iba a mejorar. Que ahora que fuéramos solo nosotros dos, tendríamos una vida en paz. Pero eventualmente, Gilbert se dejo envolver por el vicio de la bebida y me fue dejando cada vez más responsabilidad sobre la granja a mí. No me importaba porque, prefiero hacer esto que lo que me hacía hacer papá.

"Cuando yo era pequeña, la señora Francisca venía a darme dulces y a limpiar la casa, o eso era lo que a mí me decían. No se si hacía algo más, solo recuerdo que siempre fue muy amable con nosotros así que Gilbert se enamoró de ella y cuando quedo a cargo de la granja, incluso le propuso que se casaran.

"Pero la señora Francisca siempre ha sido de esas mujeres que solo aman el oro de un hombre y jamás su corazón, como Gilbert no tenía oro, ella reúso su propuesta.

"Después vino contigo ese día y me dijo que serías su esposa y cambio le darían mucho oro. Pensé que significaba que ya había olvidado a la señora Francisca, pero evidentemente, me equivoque.

"Maria —tomó mi mano inerte—, sé que no tenías nada que ver en esto y no tenía razón para tratarte a ti tan mal. Perdóname, por favor. 

Se tiró al piso y lloró en mi mano empapándomela de lágrimas.

Único rey: De esclava de mi hermana a amante de su esposo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora