𓍼 Capítulo seis

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Mariel

Terminé de hacerme la trenza justo cuando escuché como la puerta de la entrada se abría, sabía perfectamente quién era.

— ¡familia, volví! — escuché a la Emma gritar.

Algo que me gustaba mucho de la Emmi, era su relación con mi familia. Cuando conoció a mis familiares, ellos la amaron y ella los amo a ellos. Así que ahora, dos años después de conocernos, ella ya era como de la familia.

— ¡Emmita, hola! — ahora la que saludaba era mi progenitora, que conociéndola lo más probable era que le preguntara sobre su vida entera y le ofreciera once.

Agarré mi cartera de la cama y me di un vistazo en el espejo por última vez antes de bajar las escaleras.

Ahí abajo estaba mi mamá hablando con la Emma, la Valeria estaba en el sillón viendo una película, el Lucas estaba con su celular, y mi padrastro estaba en la cocina.

— ¡verdad que van a salir! — exclamó mi mamá. — ya te iba a invitar a tomar once.

Me reí mientras revisaba que todo estuviera en mi cartera. — ay, mamá, sí viene a tomar once con nosotros casi todos los días.

La Emma me miró con los ojos entrecerrados. — mentira, solo cuando la Mariel se digna a traerme a su casa.

Le sonreí inocentemente y después me fui a la cocina, donde había dejado mi cole regalón con el cuál salía a todas partes.

Y como ya había mencionado, ahí estaba mi padrastro haciendo palta. — van a comer palta, que rico.

Él se rió. — ¿viste de lo qué te pierdes? — me miró y yo asentí. — ¿qué van a hacer de entretenido?

— vamos a ir a comer completos con los nuevos amigos de la Amelia. — le contesté y escanee todos los muebles para encontrar mi cole.

— que rico, tráeme uno y cuida a la Amelia.

Me reí un poquito y por fin encontré mi cole, me lo puse en la muñeca y nuevamente miré a mi figura paterna.

— Bueno, trataré. Me tengo que ir, chao, nos vemos. — le di un beso en la mejilla y salí de la cocina.

— ¡Cuídate y no andes tomando! — escuché desde la cocina mientras me reía y caminaba donde la Emma, que seguía conversando con mi mamá.

— ¿vamos? — le pregunté a mi mejor amiga y ella asintió.

Así que procedió a despedirse de mi mamá como sí fuera su propia mamá y le prometió volver pronto.

— chao, mami, nos vemos. — me despedí con la manito mientras con la Emma estábamos en la puerta. — ¡chao, Vale! ¡chao, Luquitas!

— ¡cuídense! ¡No lleguen tarde!

Me despedí de ellos nuevamente con la mano y la Emma repitió mis acciones. Y por fin, salimos de la casa para ir al paradero. La Amelia nos había mandado la dirección hace poco y no nos quedaba tan lejos, pero tampoco queríamos caminar, así que la micro fue la mejor opción.

¿Y si no te dejo de pensar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora