Parte 6

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Un par de horas después, tras despedirme de Nastia y Bruno, me dirigí hacia la sala del periódico con la esperanza de encontrar mi diario. El pasillo estaba impregnado de un tenue aroma a libros viejos y cera de pulir, creando un ambiente sereno que contrastaba con la inquietud que albergaba mi corazón.

Era ya tarde y pocos alumnos quedaban en la escuela. Al pasar por la taquilla, la luz tenue resaltaba las siluetas de Pedro y Javier inmersos en una discusión apasionada. La temperatura del ambiente parecía elevarse con cada palabra, y aunque no lograba escuchar claramente de qué se trataba, la tensión se percibía entre los hermanos. Ambos se sumieron en un silencio incómodo cuando crucé frente a ellos, y pude sentir sus miradas penetrantes sobre mí mientras continuaba hacia mi taquilla.

Decidí detenerme un momento, aprovechando la oportunidad para dejar la redacción de inglés y unos libros en tu taquilla. El suave roce de las páginas de los libros al depositarlos contrastaba con la intensidad de la situación. Animada por una curiosidad irresistible, puse la oreja, tratando de captar fragmentos de la discusión entre Pedro y Javier. La conversación se convirtió en apenas un suave murmullo, pero pude captar algunas palabras sueltas que flotaban en el aire cargado de emotividad.

—...no me gustan estos juegos, Pedro. Te estás arriesgando demasiado. Podrías perder la beca para la universidad el próximo año —reprochó Javier, visiblemente molesto.

Javier, con los brazos cruzados y la mirada intensa, esperó la respuesta de Pedro. Este último, con una sonrisa tranquila, trató de restar importancia al asunto:

—Javier, relájate. No pasa nada, es solo un juego inofensivo entre amigos. No tiene por qué afectar a mi beca.

Los ojos de Javier destellaron con incredulidad ante la actitud despreocupada de Pedro. Suspiró, como si tratara de contener la frustración que burbujeaba en su interior, antes de soltar su respuesta, una advertencia cargada de seriedad:

—Siempre piensas que todo es un juego inofensivo, Pedro. Pero al final, todo acaba mal. Deberías tener más cuidado con las decisiones que tomas.

—Siempre voy con cuidado. Confía—replicó Pedro.

—Mira, me fío de ti pero no de tus amigos. Si esto es otra de vuestras estúpidas apuestas...

El silencio se apoderó del pasillo por un momento, dejando que las palabras de Javier resonaran en el aire. Pedro, aunque aparentemente tranquilo, mostró una ligera arruga en su frente, indicando que las palabras de su hermano habían dejado una marca. Ambos se miraron fijamente, dos perspectivas opuestas chocando en un enfrentamiento silencioso.

De repente, la conversación fue interrumpida por la llegada de los amigos de Pedro. Fabio, Roberto y Esteban aparecieron con una energía contagiosa, interrumpiendo la tensión que se había acumulado en el pasillo. Fabio, con su característica sonrisa, exclamó:

—¡Vamos, chicos! Si no nos damos prisa, vamos a llegar tarde al entrenamiento.

Javier, molesto por la interrupción, se marchó enfadado dejando a Pedro con sus amigos.

Fabio, siempre dispuesto a mantener el ánimo alto, añadió con entusiasmo:

—Y si llegamos tarde, el entrenador prometió que tendríamos que dar diez vueltas extra al campo. ¡Así que no hay tiempo que perder!

Roberto y Fabio salieron disparados hacia el campo de entrenamiento, mientras que Esteban miraba como Pedro recogía rápidamente la bolsa de deportes que tenía en el suelo. Fabio, con gesto serio, les espetó:

—¿Vamos a entrenar o qué? ¡No esperéis a que los demás hagan todo por vosotros!

Los chicos se apresuraron, y Esteban, después de mirarme fijamente con caras de pocos amigos durante unos segundos, siguió a sus amigos hacia el campo. Con calma, me dirigí hacia la sala del periódico, dándoles tiempo para que desaparecieran por el pasillo.

Una vez dentro, me asomé a la ventana que daba justo al campo de fútbol. Desde ese lugar fue donde había comenzado mi obsesión por Pedro Castillero hace un par de años. Observé a Pedro entrenar con una dedicación impresionante, cada movimiento marcando la definición de sus músculos. La tensión en sus piernas y la fuerza en sus brazos se revelaban con cada golpe al balón, y me pregunté si detrás de esa fachada de jugador apasionado, podría encontrar respuestas a las preguntas que rondaban mi mente.

Rumores en papelWhere stories live. Discover now