24 horas antes del ataque.
El bullicio nunca fue bien recibido por los afinados oídos de Hunter, nunca le agradaron los sitios concurridos ni atiborrados de gente, no soportaba vestir de traje y era enemigo a muerte de esas corbatas que tanto lo asfixiaban.
No se consideraba una persona sociable y mucho menos el alma de la fiesta, más bien era Henry quien gozaba de aquella carismática presencia que tanto subordinados como superiores admiraban. Henry era sociable, amable y cordial, empático y sumamente agradable, definitivamente el alma de la fiesta. De los dos el retraído y seco era él.
Era fuerte, un buen líder y un buen estratega. Era inteligente, sabio y actuaba con la cabeza fría. Era ese el motivo por el que no hubo quejas por parte de los soldados cuando fue ascendido, muy a pesar de su condición de alfa recesivo. Todos sabían que tenerlo al mando los guiaría hacia la victoria.
__ El teniente Kang es tan agradable_ murmuraron a su alrededor.
Era cierto.
Que era un magnifico líder también era cierto.
__ Van a ascenderlo pronto, ya no será más teniente, ah y escuché que va a casarse pronto_ murmuraron nuevamente y aquello le borró el intento de sonrisa de la cara.
__ Es cierto. Quién será la afortunada?_ murmuró una segunda persona.
Bufó, hastiado de escuchar murmullos inconscientes de la rabia burbujeante en el interior de su estómago, se alejó de la esquina en la que estuvo desde que la ceremonia de reconocimiento a Henry Kang comenzó.
No había ninguna afortunada. Era él.
No podía sacar de su cabeza la sonrisa hermosa que lucía Kian en su rostro el día en que le entregó aquella invitación. Estaba seguro de dejarse llevar a la mismísima muerte por esa sonrisa, o eso pensaba, hasta que abrió el sobre.
Porque con una sonrisa Kian rompió su torpe corazón, con una sonrisa Kian le entregó de su mano la sentencia de muerte más cruel y despiadada.
Creyó que bebería del cáliz envenenado tan solo para seguir viendo esa sonrisa dulce en sus labios cereza, sonrisa que llenaba sus días grises de tanta luz que lastimaba sus ojos, pero verlo casarse con su mejor amigo y ser inmensamente feliz en los brazos del hombre más honorable y digno que conoce era demasiado castigo incluso para un masoquista como él.
Y Kian no era el afortunado, sino Henry, porque era el único con el derecho de verlo dormir y despertar, de verlo en pijama y de apreciar sus momentos más descuidados, de verlo al desnudo, de capturar en sus ojos toda la esencia de su natural y embriagante belleza. Henry era el afortunado por tener su corazón, por poseerlo con dulzura, por brindarle calor en las noches más frías, por llevarle el desayuno a la cama. Por ser el elegido para pasar junto a Kian Spencer el resto de su vida, Henry era afortunado, tanto, que por más incorrecto que eso se sintiera, lo hacía sentir envidioso por todo aquello que nunca sería suyo.
Pretendió irse, alejarse de tan escandaloso sitio, puesto que el único ruido que necesitaba escuchar a toda costa se encontraba un par de calles más al centro, alejado del Palacio Marcial de Valería.
Llevaba más de dos horas allí y Henry ni siquiera lo había notado, siendo sinceros eso no le molestaba, pero estaba exhausto ya que justo esa noche había regresado del campamento a las afueras de la ciudad, dormir profundamente era todo lo que quería hacer justo ahora.
Pretendía, pero todo intento por escapar de allí fue anulado cuando un tirón en la manga de su uniforme de campo, de camuflaje verde y negro, lo hizo detenerse justo bajo el umbral.
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Broken Heart Syndrome/Omegaverse/
RomanceSíndrome del corazón roto Nacer como un omega nunca sería fácil. En medio de agresivas protestas y en el inicio de la guerra civil nació Kian Spencer, un precioso bebé producto del romance secreto que un importante mercader de la zona de Valería man...