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Las gotas de lluvia golpeaban con fuerza la ventana de la habitación del hospital

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Las gotas de lluvia golpeaban con fuerza la ventana de la habitación del hospital. Me recosté en el asiento de la enfermería mientras esperaba que la señorita que me había atendido hace un rato regresará con las muletas.

Me dolía uno de mis costados, era un dolor punzante. Me recetaron unas pastillas para el dolor. Mire de reojo la hoja que tenía en una de mis manos, esto era ridículamente costoso. Tendría suerte si el seguro estudiantil cubría el gasto.

Definitivamente desplomarme en el gimnasio es una de las peores decisiones de mi vida. Me acomodé en mi lugar, el yeso en mi pierna era incómodo. No quería imaginar cuándo me empezará a picar.

La puerta se abrió, dejando ver a una chica de pelo negro y alta portando el uniforme blanco característico de la enfermeras. En sus manos, traía las tan ansiadas muletas.

—Estas deberían estar bien.— Se colocó frente a mí y me tendió un mano.— Ven, voy a ayudarte a levantarte.

Le hice caso y me puse de pie, cabe destacar que todo mi cuerpo dolía. Mientras me ayudaba a ponerme las muletas y a medirlas para que tuvieran la altura perfecta, quiso mantener una conversación conmigo.

—Deberías llamar a alguien para que te pasé a buscar.— La miré expectante.— El chico que vino contigo dijo que tenía que irse.— Separé mis labios, dándole forma de "o". El secretario del gimnasio se había ido.— No es tu amigo, ¿Cierto?

—No.— Hice una pausa.— De hecho, no lo conozco para nada.

La enfermera rió ligeramente.

—Te llevaré a la sala de espera.— Tomó mi bolso y lo pusó sobre uno de los hombros.— Ahí puedes llamar a alguien.— Me guío hasta la puerta de la enfermería, dándome los detalles de como debía cuidar las muletas y como usarlas mejor.

Era un poco humillante para mí salir de la sala en esta condición. Por alguna razón, sentía que todos los ojos de los pacientes en espera se posaban sobre mí. Agaché la cabeza, fijando los ojos al suelo mientras saltaba hasta un asiento vacío. Tomé asiento y la enfermera dejó mis pertenencias sobre mis piernas.

—Fue un gusto atenderte.— Me dedicó una sonrisa cálida antes de darse la vuelta e irse.

Abrí mi mochila, buscando mi teléfono. Lo encendí, esperando que tuviera algo de carga. Ya era de noche, de hecho, eran las 9:35 PM. Según el reloj colgado en la pared de al frente.

Apreté con fuerza mi teléfono mientras abría la aplicación de llamadas. Abrí mis contactos y empecé a deslizar mi dedo. Ignoré los contactos de conocidos, no quería molestarlos.

"Hyori."

"JaeHyun"

"Mamá". No, eso no era una opción.

"Mark".

...

Suspiré con fuerza. Cuestioné por unos segundos si era lo más inteligente llamarlo. Podría ignorarme. En ese caso, tendría que llamar a JaeHyun, tal pensamiento me hizo sentir que me derretía en el asiento. Pero en el mal sentido, era como morirme. Mark siquiera sabía conducir.

KAIMOS;Lee TaeYongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora