4: Un golpe de realidad

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Han pasado tres días desde que Meili por fin consiguió el número de Marcus. Tres días mirando aquel mensaje y viéndose incapaz de reunir la valentía suficiente para escribirle. Jamás ha hecho algo como eso, hasta ese momento sus experiencias amorosas se han basado en enamorarse de personajes literarios ficticios y algunos flechazos que al final se le terminan pasando porque nunca se atreve a hacer algo con sus sentimientos.

Pero ahora las cosas han cambiado, no es que Meili esté desesperada por conseguir un novio o algo por el estilo, pero dentro de todas las cosas que van a ocurrir cuando llegue el día en que no pueda escuchar nada, se ha dado cuenta de que una de ellas es que, si no consigue un novio antes de eso, entonces quizás nunca pueda llegar a conocer la voz de esa persona. Un pensamiento un tanto patético, si se lo preguntan a ella, no cree que algún día sea capaz de decir eso en voz alta.

Así que allí está, no está a favor del acoso, pero lo que se encuentra haciendo en ese momento se siente un poco como eso, ilegal. Marcus está a unos pasos, jugando futbol, no es que ella sea particularmente fan de ver partidos de futbol, o cualquier otro deporte, en general, no les encuentra mucho sentido a hombres corriendo detrás de un balón, pero admite que es entretenido hasta cierto punto, en especial cuando el chico que le gusta al parecer tiene dos pies izquierdos, porque ha estado más cerca de romperse una pierna que de anotar un gol.

Adorable.

El partido termina, algunos estudiantes se van mientras que la mayoría permanecen allí, y entre ellos se encuentra Marcus, el cual se ha recostado sobre el césped, apoyando su cabeza entre sus manos.

Es el momento de actuar.

O al menos ese era el plan, hasta que Meili ve como su vista se ve interrumpida por una hoja en su cara y la presencia de una persona a sus espaldas, demasiado cerca.

—Adivina, ¡quién sacó la nota más alta en el trabajo!

Reconoce la voz al instante, y sin quererlo ya se encuentra sonriendo. Le quita de las manos a Hassel la hoja, viendo de reojo lo que ha escrito y la nota en la esquina superior de la hoja, en efecto, una nota alta.

—Felicidades. Me alegra saber que sacaste una buena nota a raíz de mi desgracia.

—Si lo dices así, ya no es feliz —dice, rodando los ojos y tomando asiento a su lado, con toda la confianza del mundo. Meili alza una ceja en dirección al chico, siguiendo con la mirada sus movimientos. —¿Estás acosando a Marcus? Qué bajo has caído, mujer.

—¿Qué? ¡No hago eso! —grita, avergonzada. —Estaba viendo el partido. Por si no lo sabías, soy una gran admiradora del fútbol.

—¿Qué equipo ganó? —pregunta Hassel, mientras se mete un pedazo de piña a la boca, mirándola en espera de una respuesta que, claramente, Meili no tiene, porque cuando se refirió a que estaba viendo el partido, lo que en realidad quiso decir es que estaba viendo a Marcus correr, casi que babeando.

—¿Los que estaban de azul?

—No, los que estaban de verde.

Hassel suspira, negando con la cabeza de lado a lado, como si ella fuese un caso perdido. La verdad es que así es como se siente.

—¿No le has escrito aún?

—No.

—¿Y qué esperas?

—No lo sé...

Se quedan en silencio un buen rato, le sorprende lo fácil que es estar junto a Hassel sin la necesidad de hablar. No es para nada incómodo, a pesar de que cada uno está en sus propios asuntos y que no está acostumbrada a merendar en compañía de alguien, está cómoda. Hassel se concentra en terminar su fruta picada y leer unos documentos que Meili no alcanza a ver, mientras que ella continúa viendo de lejos a Marcus, el cual parece que se ha quedado dormido en la mitad de la cancha, así como si nada.

The voices i want to hearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora