1: Día de desgracia

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—Lamento tener que decir esto, pero el tratamiento experimental no funcionó.

Meili ve que poco a poco el rostro del doctor Méndez empieza a distorsionarse cada vez más debido a las lágrimas acumuladas en sus ojos. Hace lo posible por retenerlas allí, mirando de reojo al resto de los chicos que la miran con pena desde el otro lado de la habitación.

—Tu audición va empeorando cada vez más, demasiado rápido. Dudo mucho que de aquí a diciembre puedas continuar escuchando.

Solo faltan cuatro meses para diciembre.

—Chicos, anoten todos los detalles del diagnóstico, será importante para cuando realicen el trabajo que deberán entregarme.

Se quedó en silencio, contemplando la cruel forma en que su doctor les cuenta con lujo de detalle a sus estudiantes de medicina acerca de su condición. En realidad, Meili debe admitir que ella misma tiene la culpa de que ellos estén allí, después de todo, el doctor pidió su consentimiento antes de que los chicos entraran al consultorio; pero ella no se imaginó que serían los mismos estudiantes de la universidad en la que ella se encuentra, así como tampoco imaginó que el doctor sería capaz de darle esa noticia en presencia de tantas personas.

Mientras para ellos es solo un caso que tendrán que estudiar para un trabajo, para ella es la peor noticia que le podrían haber dado.

Tendrá que enfrentarse a un nuevo mundo, una nueva vida, una en la que tendrá que acostumbrarse a nunca más volver a escuchar algo. Un mundo de absoluto silencio.

—Meili, espera aquí un segundo, mi impresora está dañada y necesito darte la orden para que te den las pastillas.

Asiente con la cabeza, a su pesar, viendo al doctor que sale del consultorio, dejándola sola junto al grupo de estudiantes, los cuales no pierden la oportunidad de hablar.

—Siento que te he visto antes...—Comenta uno de los chicos, señalándola con un lapicero. —¿Estamos en la misma universidad?

—Bueno-

—¡Claro! Tú eres la que siempre toca el piano cuando hay eventos y así, estás estudiando música, ¿no? —Meili asiente, sintiéndose demasiado incómoda cuando todas las miradas se centran en ella. —Oh, pero si vas a quedar sorda...

—¿En qué semestre estás? Podrías considerar cambiarte de carrera, nunca es tarde para empezar algo nuevo.

—Oigan, no digan eso, hay muchos músicos que son sordos. ¿Cómo se llama ese que era sordo, pero se hizo superfamoso? Tiene un nombre extraño.

—¿Dostoyevski?

—¡Ese! Podrías convertirte en el próximo Dostoyevski.

Su sonrisa se borra por completo, no puede continuar fingiéndola cuando todos allí se están tomando la molestia de opinar acerca de su vida, y aunque ningún comentario ha sido malintencionado, Meili no puede seguir allí. Mira a su alrededor con impaciencia. El doctor Méndez aún no llega, pero se niega a continuar allí por más tiempo, así que se pone de pie, dándose cuenta de lo mareada y aturdida que se encuentra. Es demasiado humillante cuando casi se cae de camino a la puerta.

—¡Espera! —Se detiene cuando uno de los chicos la llama, su mano sobre el picaporte de la puerta, a tan solo un paso de huir. —¿Cuándo empezaron los síntomas? Es para ponerlo en el trabajo.

—Chicos, no más preguntas. —dice una chica. —¿No vas a esperar al doctor?

—¡Pero-

Meili cierra los ojos y los siente lagrimear; aun así, se da la vuelta y vuelve a hablar.

The voices i want to hearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora