12: Lo siento

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—Te noto un poco distraída hoy, Meili —comenta Estefany, dejando de lado las hojas con apuntes—. ¿Sucedió algo?

¿Qué tan confiable sería contarle todo a su profesora? A pesar de que no lleva mucho tiempo de conocer a Estefany, se ha convertido en una persona en la que Meili siente que puede confiar. Parece ser la única más cerca de comprender lo que en verdad significa el estar quedándose sorda.

—Si le cuento algo, ¿promete no decirle a nadie?

—¿Por nadie te refieres a tu tío? —pregunta la mujer, dedicándole una mirada perspicaz, mientras se quita los lentes.

Meili se sonroja hasta las orejas, asintiendo con lentitud para su pesar.

—Puedes confiar en mí —le asegura—, no le diré nada a tu tío. Aunque, admito que me sorprende descubrir que tienes secreto con él, pensé que tenían una buena comunicación.

—Y la tenemos —se apresura a decir, empezando a arrepentirse de haber abierto la bocota en primer lugar—. Es la primera vez que le oculto algo de importancia, pero es porque aún no estoy lista para decirle.

—¿De qué se trata?

Medita sus palabras unos minutos antes de contestar, a sabiendas de que ya no tiene escapatoria alguna más que confesarse. Un nudo se forma en su garganta que le impide hablar cuando abre la boca con la intención de empezar a decir algo; la mirada antes calmada de Estefany pasa en un segundo a convertirse en una cargada de genuina preocupación cuando las primeras lágrimas se resbalan por sus mejillas. Meili se limpia la cara con el dorso de su mano izquierda, y con la derecha se tapa la poca cuando un vergonzoso sollozo abandona sus labios.

Hace lo posible por contenerse, cierra los ojos con fuerza para retener las lágrimas, y la mano que tapa su boba permanece allí, o al menos hasta que la profe Estefany la quita de su lugar, captando su atención de nuevo.

—No tienes que forzarte si no quieres hablar —le susurra la mujer, su voz cargada de tanta ternura y comprensión que Meili se siente aliviada, permitiéndole a Estefany que se acerque y le empiece a trenzar el cabello—. Te escucharé cuando estés lista para hablarlo.

—Estoy lista —afirma, pero tiene que pasar un buen raro para que Meili vuelva a intentar hablar.

Se siente como descubrir una nueva faceta de sí misma, nunca ha sido del tipo que llora con tanta facilidad, de mostrarse vulnerable frente a personas que no puede considerar cercanas. Y le duele darse cuenta de lo necesitada de compañía que se encuentra, hace mucho tiempo que no experimentaba ese deseo de querer tener una madre, pero las manos de Estefany trenzando su cabello se sienten como la experiencia más maternal que alguna vez ha tenido en su vida.

Es sofocante que, de alguna forma u otra, Meili siempre logra entrelazar todos sus problemas entre sí, incluso cuando parece que unos no tienen nada que ver con otros.

—En la última cita que tuve —empieza a decir una vez que la profesora ha terminado de peinarla—, el doctor dijo que el tratamiento experimental no ha funcionado. Todo avanza demasiado rápido y ya no hay nada que se pueda hacer, se espera que para diciembre ya haya perdido por completo la audición.

Estefany se queda en silencio, y Meili por un momento llega a pensar que va a regañarla por ocultar algo tan importante, pero se sorprende cuando la mujer le sonríe con cariño.

—Ya veo. Te seré sincera, y es que lo sospechaba. Soy tu profesora, no me fue difícil darme cuenta de las señales y atar cabos, pero no estaba del todo segura —confiesa—. Gracias por contármelo. Pero ahora quiero saber, ¿qué te impide decírselo a tu tío?

The voices i want to hearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora