8: Casi primera cita

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El miércoles llega en un abrir y cerrar de ojos. Marcus acaba de llamarla para decirle que en cinco minutos pasa por ella, y Meili sabe que debería estar saltando en un solo pie de la felicidad o sumida en la ansiedad que le provoca pensar en que estará a solas con Marcus, pero, distinto a todo eso, ella sigue intentando contactarse con Hassel por séptima vez.

Por séptima, vez solo ese día, ya ha perdido la cuenta de cuántas veces ha llamado a Hassel en esos últimos tres días que han transcurrido desde entonces.

Demasiadas cosas le han pasado a Meili por la cabeza, cada una peor que la anterior. A decir verdad, ella nunca antes había sentido un nivel de preocupación tan alto por otra persona que no fuese su tío o Albert, pero allí se encuentra, observando el momento justo en el que Hassel rechaza su llamada.

Otra vez.

Entre las cosas que llegó a pensar, algunas de ellas fueron que quizás el chico había sufrido algún accidente, que su celular fue hackeado o robado. Todas esas ideas fueron descartadas cuando, el martes por la tarde, sus llamadas ya no se iban a buzón, sino que directamente Hassel las rechazaba.

Así que de eso se trataba, Hassel no quiere hablar con ella. Y, aun así, Meili sigue insistiendo. Patético.

Ahora lo único que se le ocurre es que Hassel está haciendo lo mismo que ella hizo al dejar de hablarle. La diferencia es que al menos ella tuvo la decencia de decirle en la cara que no eran amigos. De todas formas, ¿no se supone que ya habían arreglado las cosas? ¿Acaso hizo algo mal? Repasa todas y cada una de las conversaciones que ha tenido con Hassel, pero no encuentra algo que lo haya molestado como para ignorarla así.

Está a punto de volver a llamar cuando el timbre de la casa suena, indicando que Marcus ha llegado. Se mira una última vez al espejo y después hacia su mesa de noche, donde se encuentran sus audífonos, al final solo coge su bolso y baja corriendo las escaleras para abrir la puerta.

—¡Hola! —Marcus la saluda con entusiasmo desde el otro lado de la puerta. Meili se toma un momento para analizarlo y darse cuenta de que él en verdad se encuentra ahí y no es solo otro de sus escenarios ficticios que crea en su cabeza antes de dormir. —¿Cómo estás? Lindo vestido, por cierto.

—G-Gracias —dice, nerviosa. No es propio de ella sentirse así, hablar de esa forma, como una idiota enamorada.

Eso es justo lo que eres.

—¿Nos vamos? —Meili asiente, al tiempo en que cierra la puerta de la casa y guarda las llaves. —Ayer estuve viendo las películas que hay en cartelera, algunas se ven interesantes. ¿Te gustaría ir al cine? O podríamos hacer otra cosa.

—El cine me parece bien.

—Perfecto, yo invito esta vez.

La sola idea de verse de nuevo con Marcus hace que su corazón se acelere.

El camino hasta el centro comercial se le hace ameno, tiene la oportunidad de conocer un poco más a Marcus, descubriendo nuevas cosas de él, como que es una persona muy carismática. Meili sabe que está mal idealizar a las personas. Su tío le diría algo como que los hombres son un asco y no valen la pena, pero no puede evitar ver a Marcus como al chico de sus sueños.

Cuando entran a la sala de cine, cada uno con su respectivo vaso de gaseosa y bote de palomitas, se sorprenden al darse cuenta de que apenas hay unas seis personas, incluyéndolos. Toman asiento y la película comienza.

Meili agradece que ese haya sido el plan, la película se encuentra a un volumen perfecto, por lo que ella no tiene que esforzarse mucho como lo ha estado haciendo con Marcus, el cual habla demasiado rápido como para leer sus labios y en voz baja, o quizás lo hace a un tono moderado y solo ella es el problema. Estar sin los audífonos complica las cosas más de lo esperado, lleva usándolos desde hace meses.

The voices i want to hearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora