3: El chocolate del por favor

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Si le preguntan a Meili cuál es su aroma favorito, sin dudas contestaría que el del hospital. No sabe si se considera un aroma real, pero en definitiva existe, y a ella le encanta.

Inhala lo más profundo que sus pulmones le permiten cuando entra al hospital, deja que todo su ser se impregne del familiar aroma y luego exhala. De alguna forma u otra siempre se ha visto ligada a lugares como ese, el tío Owen es ortopedista, por lo que Meili recuerda pasar la mayoría de sus tardes vagando por hospitales después de clases, nunca tuvo una niñera, razón por la cual pasó gran parte de su infancia rodeada de pacientes, doctores y enfermeras.

Cuando cumplió los catorce años, ya se quedaba en casa sola, así que no volvió a pasar tanto tiempo en hospitales, no hasta el año pasado, cuando empezaron los verdaderos problemas. Desde entonces ha retomado su constante estadía allí, incluso tuvo la oportunidad de conocer hospitales en Estados Unidos, aunque los doctores allí dijeron lo mismo que el doctor Méndez.

—Gracias.

Se apresura a guardar las pastillas que la chica desde el otro lado del vidrio le entrega, asegurándolas en su bolso.

Los martes solo tiene dos clases por la mañana, así que ahora tiene el resto del día libre. Considera por un momento la opción de visitar al tío Owen, hasta que recuerda que es su día libre, por lo que termina dirigiéndose a la cafetería.

Grave error.

Cuando entra al lugar, lo primero que ve es al grupo de universitarios ocupando una gran cantidad de sillas y mesas; son muchos más estudiantes de los que estuvieron aquel día con ella en el consultorio. A Meili le da la impresión de que son de distintos semestres, ya que algunos se ven mayores que otros.

Pasa más tiempo del necesario de pie en la entrada, recorriendo con la mirada todas las mesas en busca de una libre, y así es como termina encontrándose con una en la que se encuentra sentado Hassel, alejado de todos, mirándola fijamente y cuando ella nota su presencia, él le ofrece una sonrisa, poniéndose de pie al instante.

Meili se da la vuelta, empezando casi a correr en dirección a la salida, pero no pasan más de cinco segundos antes de que el chico la alcance, tomando la delantera y haciendo que se detenga, quedando frente a frente.

—Antes de que digas algo —dice, levantando su dedo y señalando la bata que lleva puesta. —Ya estaba aquí desde antes que llegaras, y tampoco tenía forma de saber que vendrías hoy, así que no estoy acosándote.

—Está bien, fingiré que te creo.

—Por favor, estoy desesperado, necesito tu ayuda o moriré. Voy a perder la materia y mi mamá va a asesinarme. Si eso pasa, va a cortarme en trocitos y me dará como ofrenda a los dioses.

—No creo que tu madre haga eso...

—¡Es que no la conoces! —grita, de forma demasiado dramática. —Está loca.

El siguiente pensamiento que tiene Meili sobre Hassel es que su aspecto no combina con su personalidad. A simple vista luce como un chico serio, callado, incluso un poco misterioso, como los de los libros. Pero en cuanto abre la boca, su fachada de chico malo y rebelde cambia por completo. Meili está casi cien por ciento segura de que él es el tipo de chico que en los grupos de amigos siempre actúa como un payaso para hacer reír a los demás.

—Haré lo que me pidas, te daré lo que quieras. ¡Dinero, ropa, accesorios, mi virginidad!

—¿Estarías dispuesto a dar tu virginidad? ¿En serio?

—¿Por qué? ¿La quieres? No pensé que me pedirías eso, pero bueno, con tal de pasar la materia, yo seri-

—¡No quiero tu virginidad, asqueroso!

The voices i want to hearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora