7: Encuentro inesperado

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—Te vi en la fiesta el sábado.

Meili despega la mirada del piano y la dirige hacia la persona que le está hablando. Megan la mira desde arriba, con una sonrisa de todo menos amable.

Nunca sufrió de bullying en el colegio, puesto que se tomó la molestia de esculpir minuciosamente una reputación tranquila; hablaba con todos, pero con nadie a la vez, podía juntarse con quien quisiese de su salón, pero decidía no hacerlo, y no porque quisiera agradarles a todos, es solo porque se dio cuenta de que podía ser una persona amable con todos por igual, sin ningún tipo de preferencia en lo absoluto.

Su plan era que las cosas continuasen igual en la universidad, pero no contó con la misma suerte, incluso si nunca actuó de otra forma. En definitiva, tiene a más de uno en su carrera que no disfruta de su presencia. Por ejemplo, Megan.

Nunca ha llegado a golpearla o algo por el estilo, pero en más de una ocasión sus palabras se han quedado grabadas en su cabeza de forma dolorosa. En especial ahora que se ha enterado de su no tan pequeño problema.

—¿De verdad? Qué suerte que yo a ti no.

Megan suelta una carcajada, tan falsa y practicada, que Meili tiene el impulso de taparse los oídos.

—Siempre tan graciosa...—La chica termina sentándose a su lado, ambas mirando las teclas del piano. —¿Estabas practicando?

—¿Tú qué crees?

—¿Y para qué? —pregunta, con un tono de curiosidad que parece real. —¿Cuándo piensas salirte de la carrera? Estás perdiendo el tiempo.

—¿Por qué te interesa? Es mi tiempo, no el tuyo.

—Estuve pensando un poco en tu situación...—Hay un breve minuto de silencio en el que Meili se atreve a compartir miradas con Megan. —¿Qué prefieres? Ser infeliz estudiando otra carrera y quizás ganar un poco de dinero; o terminar esta carrera de tus sueños, pero ser por siempre una fracasada.

Cierra los ojos con fuerza, sintiéndolos lagrimear. Intenta pensar en algo que decir, lo que sea, solo quiere herirla de la misma forma en que ha sido herida.

—Quieres ser directora de orquesta, ¿no? Dudo mucho que puedas hacer eso si ni siquiera vas a ser capaz de escuchar a tu propia orquesta.

—¿Por qué haces esto? Decirme todas estas cosas, ¿qué ganas con todo esto?

Megan vuelve a sonreír, encantada por la pregunta. A Meili le repudia darse cuenta de que, comparada con las otras, esta sonrisa es genuina.

—No gano nada valioso, pero es divertido ver como la mejor alumna poco a poco se va convirtiendo en una sorda inútil.

Meili asiente, una sonrisa amaga floreciendo en sus labios a falta de palabras ingeniosas.

—Me reconforta, saber que seré mejor que tú.

Dicho eso, Megan se levanta y abandona la sala de música, dejándola sola.

¿Qué sentido tiene continuar? Es una pregunta que se hace a menudo, todos los días, a todas horas y en cualquier lugar; aún no encuentra una respuesta definitiva que la haga reflexionar y pensar de forma más positiva. El tío Owen solo le dice que ignore los malos comentarios, pero es difícil hacer eso cuando los comentarios son solo un montón de mentiras que inventan para hacerla sentir mal. En este caso, es verdad, cada palabra que le han dicho hace parte de esa realidad que ha querido evitar aceptar a toda costa.

Darle la razón a personas como Megan, la enferma. ¿Una directora de orquesta sorda? ¿En qué mundo eso podría funcionar? Y aunque pudiese dedicarse a otra cosa que no sea dirigir una orquesta, ¿qué sentido tiene crear música si no podrá escucharla? Se siente como una pintora a la que le han arrebatado todos sus colores.

The voices i want to hearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora