Capítulo 16: Choque de suerte

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Con la boca llena, Holly sintió como su cabeza se golpeó con el volante de la camioneta. La baba que escurría de su boca salpicó sobre la palanca de cambios. Escuchó ruidos de carros pitando y personas gritando afuera de la camioneta.

—No te muevas, quédate ahí —susurró Ryan, su voz se escuchaba tensa.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —dijo Holly con la boca llena.

—Chocamos. —respondió Ryan.

Holly se sacó el pene de la boca y levantó la cabeza, —¡¿Qué?!

Al levantar la cabeza vio que había un hombre parado afuera de la camioneta, gritando enojado. Ryan evitaba hacer contacto visual con el hombre.

—¡Qué bonito, con razón me chocaste imbécil! —le gritó el hombre a Ryan.

Ryan suspiró, se subió los pantalones y empezó a abrir la puerta.

—¿Qué haces? —preguntó Holly, preocupada mientras se limpiaba la baba de su boca con la mano.

—Voy a hablar con él. —respondió Ryan con firmeza.

—¿Qué? No, no, espera.

—Shhh —la interrumpió Ryan poniendo su dedo índice sobre sus labios —No te preocupes, yo me encargo.

Ryan abrió la puerta, puso sus pies sobre el asfalto y salió de la camioneta. Mientras tanto, Holly seguía agachada dentro de la camioneta, solo se podía ver su cabeza desde afuera.

— Hasta que decide salir el noviecito — dijo el hombre con un tono sarcástico.

Ryan cerró la puerta y se acercó al hombre. Desde adentro de la camioneta, Holly no podía escuchar nada, más que los autos pitando que iban pasando. Pero podía ver cómo el hombre le gritaba a Ryan y apuntaba hacia la camioneta.

Holly se estaba empezando a estresar, se sentía agitada e impotente. Y por alguna razón se empezó a excitar. Cerró los ojos y sintió cómo chorreaban los jugos de su cueva. Bajó la mano para tocarse... estaba empapada. Se sacó la mano y como no tenía con que limpiarse, se chupó los dedos.

Llena de adrenalina, Holly abrió la puerta y salió de la camioneta. Caminando hacia ellos, cada paso que daba, su curvilínea figura rebotaba sensualmente. El hombre veía como la rubia se acercaba hacia él, al principio tenía una expresión de enojo y confusión, que rápidamente cambió a asombro al ver la voluptuosa figura de Holly. Nunca había visto algo así en su vida.

El escote de Holly era particularmente llamativo. Ya era costumbre para ella que con cualquier cosa tan insignificante como una brisa del viento sus pezones se endurecían y las venas de sus senos saltaban.

— ¿Qué se le ofrece? — le preguntó Holly.

El hombre estaba completamente hipnotizado por los gigantescos senos de Holly que no puso atención a lo que le preguntó.

— Oiga, le estoy hablando — dijo Holly aparentando estar indignada.

— ¿Qué? ¿Yo? — respondió el hombre, completamente embobado, mirando fijamente los senos de Holly, con los ojos casi saliéndose de las órbitas y como si lo hubieran despertado de un sueño, apenas recuperando la conciencia.

Holly notó algo curioso en el hombre, casi como si su carácter hubiera cambiado por completo y se hubiera hecho más dócil, solo por su mera presencia frente a él. Debía ponerlo a prueba.

— Escuche, señor... — dijo Holly con cautela.

— Mmm — respondió el señor, aparentemente prestando atención, aunque no hiciera contacto visual.

— Sé que le chocamos su coche, pero... no se enoje, ni se nota el golpe. Ándele. — dijo Holly, esperando lo peor.

Ryan igual estaba preocupado por lo que dijo Holly, esperando que el hombre explotara con furia. Pero... nada.

El hombre simplemente inclinó la cabeza en señal de entendimiento.

— Bueno, si le parece bien, ya nos iremos, por favor maneje con cuidado usted también. — dijo Holly apenada.

Moviendo primero su cuerpo y luego la cabeza en dirección a su coche, el hombre abrió la puerta, se sentó en el asiento del conductor y arrancó el motor, mostrando una actitud de indiferencia hacia lo sucedido.

Holly y Ryan intercambiaron una mirada confundida antes de entrar juntos en la camioneta y arrancar hacia su destino. En los primeros momentos del viaje, reinó un silencio tenso. Sin embargo...

— ¿No quieres hablar de lo que pasó? — preguntó Holly.

— No sé ni por dónde empezar. — respondió Ryan.

— Yo tampoco... es... muy extraño.

— "Extraño" le queda corto. Tuviste control absoluto sobre su mente. ¿Cómo hiciste eso?

Holly se quedó pensativa.

— ¿Cómo sabemos que realmente fue lo que pasó? ¿Qué tal si fue algo más? — le preguntó a Ryan.

— Lo que sea que haya sido, vino de ti.

El resto del trayecto no dijeron nada.

Cuando llegaron a la entrada de la isla, se encontraron con un grupo de guardias armados.

— Buenas. ¿A qué viene? — pregunta uno de los guardias.

— Vengo a dejar a una residente... — dijo Ryan, apuntando a Holly, preocupado.

El guardia se asoma para ver a Holly. No la reconoce.

— ¿La conozco, señorita? — preguntó.

— Claro que sí, Ernesto, soy yo, Holly. — respondió Holly con una sonrisa.

— Señorita Holly, no la reconocí, ha... crecido mucho — el guardia tragó saliva y se hizo para atrás. — Adelante, adelante.

Con un estruendoso crujido, el imponente portón de metal se abrió lentamente y Ryan condujo hacia la mansión.

Un deseo ardienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora