Capítulo 2: Buen provecho

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En la cocina, Holly se encuentra a Emily, quien se está preparando para desayunar unos huevos revueltos con jamón. La cocina era inmensa, con un refrigerador enorme con dos puertas anchas, en medio de la cocina hay una barra con lavabo y estufa y unos acabados de mármol que debieron haber costado una fortuna.

Emily es una joven pelirroja de ojos verdes, es bajita, pero lo que carece en altura excede en posaderas y pechugas. Asimismo la joven tiene un cuerpo naturalmente atlético y marcado. La muchacha pelirroja también lleva puesta una blusa suelta, pero a diferencia de la enjuta Holly, a Emily se le estiraba bastante la parte superior de la blusa gracias a sus increíbles tetas copa F, que se sacuden mientras ella revuelve los huevos para su desayuno. Holly no puede evitar ver cómo se sacuden los increíbles senos de Emily, se siente un poco apenada, pero no puede evitar verla.

—¿Cómo estás, Holly? ¿Dormiste bien? —preguntó la pelirroja mientras seguía sacudiendo los huevos.
—Bien, bien. Gracias... ¿Y tú?— respondió Holly.
—Bien, también... Oye, ¿qué vas a desayunar? Si gustas te puedo preparar huevos también.
—No, cómo crees, no te preocupes. Yo me hago algo.

Holly abre el refrigerador y toma varias cosas para preparase algo.
En eso le pregunta a Emily:
—Oye, ¿sabes dónde están las demás?
—Sip, Violet se fue con las chicas a correr al parque. Salieron hace ya como una hora.

Aunque le dijeran «parque» la verdad es que no era un parque, sino el jardín que rodeaba la mansión. Era tan grande que prácticamente parecía un parque. La mansión pertenecía al ya difunto señor Frederick Windsor, esposo de Sophie, a quien le dejó toda su fortuna. El terreno era inmenso, estaba dentro de una isla privada que también le pertenecía al magnate. La isla tenía un puente que estaba conectado directamente con la gran ciudad, Creek Valley.

Holly terminó de preparase su desayuno y se sentó al lado de Emily. Las dos chicas platicaron un rato mientras desayunaban. En eso, se escucha como se abre la puerta principal, la mansión era tan grande que se oía un gran eco con cualquier sonido. Las chicas entraron por la puerta, una después de otra, todas llevaban puesto lo mismo, un bra deportivo y unos leggins apretados.

Violet iba guiando al grupo hacia la cocina, después de ella iban Raquel y Teresa. Al igual que Emily y Sophie, las tres chicas eran voluptuosas y muy dotadas, aún con sus bras deportivos sus senos rebotaban bastante al caminar, y sus nalgas igual de redondas y firmes, se movían de arriba para abajo.

Estaban muy sudadas después de haber corrido toda la mañana, las gotas de sudor escurrían desde sus frentes hasta sus perfectos y grandes bustos, que brillaban por el sudor. Violet era rubia, y ella era quien tenía los senos más grandes de las tres «no tan grandes como los de Sophie, pero sí de considerable tamaño», tanto que se desbordaban del brasier deportivo ajustado que llevaba puesto.

El trio siguió caminando y rebotando hasta llegar a la cocina. Una vez en la cocina, las chicas saludan a Holly y a Emily.
—¿Cómo están chicas? —les preguntó Violet.
—Muy bien —respondieron las dos al unísono.

Emily les pregunta a las chicas sudadas que cómo les fue, a lo que Violet responde que se la pasaron muy bien, se cansaron un poco pero les gustó mucho. Violet le pide disculpas a Holly por no invitarla a correr pero le explica que no la quizo despertar porque se veía muy cansada anoche. Holly le responde que no hay problema y sonríe.

Raquel se limpia el sudor de la frente con su brazo, se ve algo agitada. De pronto, Violet se quitó el brasier deportivo, dejando caer sus grandes tetas que ya estaban excesivamente comprimidas en ese sostén, salpicando unas cuantas gotas de sudor.

Después de quitárselo, Violet lo tomó con su dedo índice y le empezó a dar vuelta.
—Por fin —exaltó la rubia tetona, —ya no aguantaba más con la presión.
Consecuentemente, Raquel y Teresa también se quitaron sus brasiers deportivos, liberando sus grandes tetas de tan terrible tensión.

Holly no pudo hacer nada más que observar fijamente cada par de tetas que cargaban cada una de ellas: ¿Cómo es posible que todas tengan tan perfectos senos?, y no tengo absolutamente nada. Parezco un chiste frente a ellas; se preguntó.

—Oigan chicas, le estaba contando a Holly hace rato y estaba pensando... ¿qué les parece si vamos todas juntas al mall en la tarde?— preguntó Emily.
—¡Siii! Me encantaría.— exclamó Violet.
—Sii, me fascina la idea— dijo Teresa.
—¡Qué emoción!— dijo Raquel.
Las tres chicas saltaron de emoción por la idea de Emily, saltando y naturalmente haciendo rebotar sus enormes melones.

—Pero primero, hay que ir a ducharnos, chicas. No podemos irnos así —dijo Violet, —¿Nos duchamos juntas?
Todas acordaron en darse una ducha, se despidieron de Emily y Violet y se fueron juntas.
A lo que llega Sophie, contoneándose hacia la cocina, moviendo las nalgas como un péndulo.
—Hola chicas —dijo Sophie...

Un deseo ardienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora