¿Y Si Realmente...? - KakaIru

Brisa fria- VIII

Sentir este vacío en mi, es algo que me destruye. Cada vez, hay más partes de mi que se van desapareciendo, quedando como resultado, solo la falsa máscara de felicidad. ¿A caso nunca podré ser yo?

Admito que, fácilmente pude decirle a Anko, pero, ¿con qué ojos me vería después?, yo solo me volvería una carga para ella.
No quiero quitarle esa felicidad, si le digo, vivirá preocupada, y no quiero eso. No quiero que se preocupe por mi como mis padres, tal vez... Si ellos no se hubieran preocupado por mi ese día, ellos seguirían vivos.
¿Qué hubiera sido de mi? ¿Seriamos una familia feliz?

Solo quiero felicidad, quiero sentirme bien, aunque sea un momento, ser feliz, quiero ser libre.

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Estaba sentado en una de las bancas del parque, empezaba a hacer viento, la luna estaba en su punto más alto. Tiritaba, el frío traspasaba mis ropas, solo traía el uniforme, este no era muy abrigado, así que tenía bastante frío.

Los pensamientos resonaban una y otra vez en mi cabeza, imagina las miles de posibilidades que pudieron pasar si mis padres no me hubieran salvado a mi, y a la Aldea.

¿Todo hubiera sido diferente?, presupuesto que si.

Las palabras crueles de los ciudadanos no me hubieran afectado, lo sé, porque si mi madre estaba ahí, me diría unas palabras  cálidas y reconfortantes, que sus frías y horribles palabras no me torturian hasta día de hoy.

Aún puedo recordar cada palabra, cada oración sin sentimiento alguno, solo la intención de dañar a un pobre niños sin figuras paternas.

Las lágrimas que ya habían desaparecido, volvieron. A veces sentía que podía llenar mares secos con ellas.

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El verano ya había llegado a Konoha, los niños salían de la academia entusiasmados por ver a sus padres.

Y ahí se encontraba él, totalmente solo, sin nadie quien lo esperará fuera. Veía como cada niño corría con felicidad hacia sus padres.

—¿Mamá podemos ir al parque?— Escuchó decir a uno de esos niños. Giro disimuladamente la mirada, viendo a ese niño y a su madre.

—Claro, cariño — Sonrio dulcemente la mujer— ¿Quieres pasar por un helado?

—¡Siii!— Exclamó con felicidad, haciendo que el omega se quedara viendo esa escena con tristeza.

Bajó lentamente la mirada, él también quería hacer eso, quería volver a disfrutar con su madre.
Sus lágrimas caían y se deslizaban en sus mejillas, su madre siempre le había dicho que llorar no solucionaría nada, pero solo quería hacerlo.

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Camino hasta el parque con un semblante tímido, había sentido unas miradas en el camino, no le gustaban para nada, pero algo le hizo pensar que debería acostumbrarse.

Junto a un río cristalino, se encontraba un parque con muchos niños. No pensaba ir hasta allá, solo quería quedarse a observarlos, aunque fuera algo raro.