En ese momento, un destello en el aire se materializó y las chispas formaron un papel. Mensaje de fuego. Lo tomé en el vuelo y lo agité apagando la llama que lo envolvía , posterior, abrí el papel doblado a la mitad y leí el contenido caminando hacia Castiel, que se había tomado el atrevimiento de sentarse en el sofá.
Querida Izzith Aestern,Me alegra informarte que a partir de ahora, vas a tener un pequeño amigo que siempre va a estar a tu lado. Ya lo conoces; cuídalo por la emperatriz. Es grande y malhumorado y estoy seguro de que se llevarán de maravilla.
Oh, casi se me olvida, antes de que protestes y te lances hacia el palacio, te aviso que no estoy, y que no se acepta una devolución hasta que yo lo ordene.
Sabía a quién se refería y qué quería decir el trasfondo de su mensaje. El emperador me había designado un guardaespaldas, y había hablado de Da'nar como si fuese un mero cachorro se tratase.Quemé con una chispa mágica de fuego el mensaje y me senté frente a Da'nar, tratando de no enfocarme en sus brazos descubiertos.
—Creo que ya sé a qué vienes.
Me miró con una emoción indescifrable, y que casi hizo acelerar mi corazón.
—Supongo que ya te llegó el mensaje —asentí, sentándome en sofá subsiguiente—. Quería venir antes para avisarte y llegar a algún acuerdo.
Asentí nuevamente, comprendiendo lo que quería decir.
—A ninguno de los dos nos hace gracia esto, pero es una orden del emperador —no podíamos hacer mucho al respecto—. ¿Por qué lo hizo? Sé cuidarme sola.
—Sé muy bien qué sí —recostó la espalda del sofá y me miró con un brillo extraño en la mirada que desapareció rápidamente—. Para serte sincero, no sé a qué viene todo esto —admitió—. Quizás fue por el incidente de ayer.
Si esa era la razón, me dejaba aún más confusa que antes.
—Soy sólo una en un montón, Da'nar —le dije, sin poder entenderlo—. Soy tan desechable como un vaso de plástico. —Suspiré—. Nada de esto tiene sentido, y además, ¿por qué a ti? Eres un jodido comandante de la legión más letal y ocupada del imperio. Tú trabajo debe ser infinito.
—No voy a negar que me halagas —entorné los ojos—, pero te equivocas en algo. —Me miró—. No eres una en un montón. Para que el emperador me haya encargado tu seguridad, debes de ser importante de alguna manera.
Eso no lo había pensado, pero tenía más sentido que cualquier cosa que pudiese haber pensado.
—Eso no me deja más tranquila.
—A mí tampoco, pero al menos soy quien está a cargo de tu seguridad.
—No tienes ni idea de lo mucho que eso no me reconforta.
Castiel hizo algo que no esperé que hiciera: sonrió, una sonrisa ladeada ligeramente pícara. Una sonrisa derrite bragas, estaba muy segura. Tragué saliva.
—Estoy seguro de que en el fondo te hace feliz mi presencia —declaró con voz insinuante. Su voz era gutural, pero al mismo tiempo algo aterciopelada.
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Imperio de furia y cenizas: Corte de sangre y viento | Libro #1
FantasyIzzith Aestern está lejos de tener una vida perfecta a sus veinticinco años, trabajando como mercenaria y pretendiendo ser normal cuando sale de su casa. Sin embargo, una llamada causa estragos en su vida y se ve obligada a aceptar el trabajo que le...