°.•*.✧ Capítulo 1 ✧⁠.*•.°

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Sin más,

lancé mi daga hacia su cabeza.

La sorpresa recorrió su rostro segundos antes del impacto del metal contra su cráneo. Había sido una muerte inmediata e indolora. Sin embargo, su expresión oscilaba entre un asombro y una retorcida diversión aún cuando minutos antes solo lloraba inmerso en su agonía.

El líquido espeso brotó de la herida, deslizándose entre sus cejas. Saqué de un solo tirón mi daga, intentado no mirarle la cara vieja llena de cicatrices, el filo manchado de rojo, el cual limpié con un pañuelo y deseché en el suelo.

Lo había torturado.

Sin cortes, con todos sus miembros casi intactos, y sin ningún rasguño. Había ido más allá de una tortura física, porque sabía que al retorcido feeri no le sería más que una diversión. No, lo había torturado psicológicamente con aquellas cosas que por las noches no lo dejaban dormir, con esas cosas temía. Y había hurgado tanto entre su pasado y su mente que me sentía ajena a mí misma.

Como en un limbo.

Suspiré, agotada. Me había tomado más tiempo del normal acabar con el semi-elfo, desconocía si era por venganza, justicia o alguna otra razón que seguramente se había escondido en el fondo de mi mente. Con cansancio, tomé el garrafón de gasolina y lo vacié por toda la estancia, incluyendo el cadáver ensangrentado en la silla de madera.

Afuera, poco después, recostada sobre el tejado de un edificio cercano con la luna creciente y los fríos vientos nocturnos como mis únicas compañías, observé cómo solo el piso del edificio en donde vivía el feeri se quemaba por los hechizos de protección contra el fuego de los demás apartamentos, junto con aquel hombre semi-elfo que había torturado, masacrado y violentado a mujeres y niños por igual. Sin ningún tipo de distinción.

Una basura menos en el mundo. Y un buen pago gracias a ello. Tendría para comer por al menos una semana más, y eso era lo único que importaba.

Y entonces, desperté.

Me encontraba sentada en mi cama mientras boqueaba en busca de aire, con el pecho comprimido. Estaba sudada y sentía el cuerpo pegostoso. Una gota de sudor se deslizó por mi cien y la sensación me resultó desesperante.

Otra vez...

Solté una maldición en voz baja, quitando con rabia la cobija sobre mi cuerpo y salí corriendo hacia el baño de aquel apartamento en donde vivía. Las ganas me ganaron y apenas llegué al inodoro, vomité. Vomité tanto que, al terminar, sentía la cabeza pesada y los músculos tensos. Todo el cuerpo me dolía como si me hubiesen molido a golpes.

Caminé despacio, todo el cuerpo me pesaba y caminar requería un esfuerzo inmenso, mientras pequeños flashbacks del sueño seguían apareciendo en mi cabeza. Sangre, gritos, súplicas y la mirada del hombre, siguieron apareciendo imágenes sin descanso de lo sucedido mientras abría el grifo y llenaba la bañera con agua caliente. Agarré mi cabeza intentado alejar los recuerdos, y me pasé las manos sudorosas por el rostro buscando despejarme.

Ese hijo de puta se lo merecía, me repetí.

Enjuagué mi boca y cepillé mis dientes con la mente ausente, después, me quité la ropa y me metí a la bañera abrazando mis piernas y recostando mi barbilla de mis rodillas. Cerré los ojos y sentí mis manos temblar mientras me mojaba los brazos y me bañaba

Me di un baño largo y el agua se llevó los recuerdos de los gritos fúricos del feeri. Al salir de la bañera ya sintiéndome un poco mejor, envolví mi cuerpo una toalla y tomé un peine para comenzar a desenredar los nudos de mi cabello blanco crema, a la vez que salía del baño. Me sentía cansada, física y mentalmente.

Imperio de furia y cenizas: Corte de sangre y viento | Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora