Me mantengo observando el techo blanco por largos minutos, aliviado de haberme despertado en el hospital y no en el otro mundo.
Un escalofrió me recorre el cuerpo al recordar lo aterrador que es creer que vas a morir. No es algo que se pueda explicar, pero sin duda será una experiencia inolvidable.
—Oh, despertaste. — un hombre entra a la habitación, toma la tabla que se encuentra en la pared y mira la pantalla que monitorea los latidos de mi corazón. —Todo se ve bien. — sonreí y me mira. —¿Cómo te sientes, Jayden?
—Mareado, confundido y con mucha sed. — contesto, con la voz ronca.
Él no tarda en tenderme un vaso con agua y lo bebo como calma, sintiendo una sensación fresca en cada trago. Suspiro y le entrego el vaso vacío.
—Iré a decirle al doctor que has despertado. — me da la espalda y camina hacia la puerta, pero antes de que la cruce lo llamo.
—Disculpa, ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?
—Llegaste al hospital hace dos horas. — miro hacia las ventanas, aun es de día y supongo que no ha pasado mucho tiempo.
—Gracias. — él sale y vuelvo a quedarme solo.
Me recuesto e intento relajarme. En mi cabeza no dejan de decirme las voces que lo he jodido, lo cual no están equivocados, y más que sentirme molesto, me siento frustrado. Tanto tiempo pensando en las palabras correctas para sacar el tema de mi padre con mi madre, y ahora todo indica que tendremos esa charla en la habitación de un hospital.
Suspiro.
—Vaya mierda... — me paralizo ante la puerta ser deslizada. Continúo mirando hacia abajo y respirando con pesadez. Enfrentarte a la realidad es difícil, y llego la hora de que me enfrente a la mía.
—Jayden.
Un alivio afloja los nervios que aprietan mi estómago, miro hacia la puerta y no tardo en encontrarme con la mirada de Hunter. Él llega a mi lado en tan solos tres largos pasos y se sienta en la silla a un lado de la camilla. Ninguno dice nada por largos segundos, y el silencio está comenzando a asfixiarme.
—¿Cómo estás? — pregunta.
—Bien. — trago saliva y miro un segundo su camisa. —¿Dónde está mi mamá?
—Ella está en casa de su hermano. Dentro de poco es el cumpleaños de su esposa y le pidió que le enseñara a hacer un pastel. Se llevo a los niños. — asiento.
No puedo mirarlo, sé que si lo hago no podré contener las lágrimas, así que solo me quedo en silencio mirando el techo.
—Me asusté mucho, ¿sabes? — suspiró y vi por el rabillo del ojo como se inclinó hasta que sus codos se apoyaron en sus rodillas. —¿Durante cuánto tiempo has estado reteniendo tanto que te llevo al punto de sufrir un ataque de pánico?
Un ataque de pánico. ¿Cómo no me di cuenta? Darla solía tenerlos muy seguido poco después de perder al bebe. Su doctor nos enseñó al señor Fletcher y a mí el cómo deberíamos lidiar con ellos, pero ahora comprendo mejor lo doloroso que era para ella cada respiración y lo aterradora que es esa sensación de quedarte sin aire.
Ella fue muy fuerte.
—En realidad, tengo parte de la culpa.
—No. — me apresure en terminar cualquier clase de culpa en él, pero la mirada tan triste y lamentable con la que me observa me dejo mudo.
—Sabía desde hace tiempo que algo te pasaba, pero ingenuamente pensé que no era el indicado para que me contaras tus problemas.
—Que tonterías, siempre es contigo con quien me acerco cuando tengo un problema. — sonreí, pero lo hace con tristeza y eso me provoca un dolor en el pecho.
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La flor más hermosa
JugendliteraturSolo tenia 9 años cuando la vi por primera vez y al instante supe que ella sería la única con quien querría compartir mi vida. Elena Halls es la niña más hermosa ante mis ojos y a quien siempre le pertenecerá mi corazón. Durante todo el tiempo que e...